jueves, octubre 24, 2024

Copetín Fiat

 “Una vez que lo probás, no hay vuelta atrás”: el exótico sándwich que se sirve en un bar de Caseros y que es único en el mundo

Desde 1965, Copetín Fiat ofrece este plato que surgió por la necesidad de los operarios de la fábrica de automóviles que estaba enfrente

“Me dicen que cometí un sacrilegio”, confiesa ente risas Gregorio Papaianni, dueño de Copetín Fiat, un pequeño comedor y café de 30 metros cuadrados donde reposa gran parte de la bohemia proletaria de Caseros. Está frente a la exfábrica Fiat, desde donde salieron todos los modelos 600 que invadieron al país. “Es el auto más querido de todos”, dice. El sacrilegio para muchos también es el secreto de por qué se volvió de culto: hace el “Comprimido”, un sándwich de jamón crudo, queso y dulce de batata.

“Es un placer oculto” dice Papaianni. De niño comían en su casa ese sándwich a escondidas. Sin embargo, ese placer secreto era común a todos los que concurrían al Copetín. La historia cuenta que los italianos que llegaban a la fábrica a la hora de comer lo pedían, las razones por obvias eran sencillas: solo tenían 20 minutos para almorzar y debían “comprimir” el almuerzo y el postre, de ahí el dulce de batata, y también el nombre. “Algunos pedían jamón cocido y membrillo”, agrega Papaianni.

“No existe un sándwich así en el mundo: es único”, confirma Hernán Bodaño, cliente de toda la vida y vecino. Nació a media cuadra y desde chico participó de la ceremonia de ver llegar una consagrada embajada de obreros que cruzaban la calle desde la fábrica hasta la esquina de Wenceslao de Tata y Cervantes, en el corazón de Caseros norte. “Es como una droga: una vez que lo probás, no hay vuelta atrás”, dice Antonio Papaianni, padre de Gregorio. Los últimos 60 años los pasó detrás del mostrador.

El sándwich, hoy un objeto de veneración para los sibaritas, nació con el comedor, pero también por el espíritu de los vigorosos obreros e ingenieris italianos que necesitaban consumir la mayor cantidad de comida en el menor tiempo posible, con la condición de que todo sea de calidad y con sabores propios de la cocina familiar. En 1965 los tíos de Antonio tenían un almacén en esa esquina y cuando la fábrica abrió cambiaron rápidamente de rubro. Copetín al Paso, se llamó. Simple y directo al corazón.

Comedor

“Se convirtió en el comedor externo de la Fiat”, dice Papaianni. En Caseros se vivió una pequeña pero intensa revolución industrial, la actividad era frenética, las familias de los obreros se afincaron alrededor de la fábrica y la población creció al ritmo del Fiat 600. La demanda de “Fititos” fue desbordante. Hasta 1982 se fabricaron más de 300.000 unidades. Todas salieron de la esquina frente al “Copetín al Paso”

En 1968, Antonio, con 18 años se hizo cargo de la atención, al poco tiempo conoció en el mismo barrio a su actual esposa y en 1975 nació Gregorio: todos trabajaron y modelaron la leyenda de esta esquina donde el pasado obrero forma parte del presente, de manera indisoluble: “No hemos cambiado nada”, afirma Papaianni.

El universo se centró en esta encrucijada para la familia. Muebles, butacas, vidrios y vajilla, y, por sobre todo, los códigos de aquellos años, permanecen vivos e intactos en este rincón de Caseros. Nota aquí.








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