Errejonazo
Los poetas estamos acostumbrados a escribir desde la tristeza. Es algo que debiera aprender la política. Se puede opinar sobre las cosas sin dejarse llevar por el resentimiento, la indignación, la soberbia o el egoísmo. La crisis abierta por el desgraciado caso de Íñigo Errejón me hace escribir desde la tristeza. Me resulta muy triste enterarme de sus comportamientos machistas intolerables, y muy triste leer su penosa carta de despedida. En un momento en el que las estrategias neoliberales fuerzan el descrédito general de la política y el Estado, me parece un desatino sugerir que la representación pública provoca de por sí, y en el mundo de hoy, actitudes machistas. Es lo que faltaba para alimentar los discursos de descrédito. Al final, rojos y azules, blancos y negros, todos son iguales.
Pienso en Íñigo con tristeza porque lo siento como un compañero de viaje. Y espero que en su vida personal le vayan las cosas lo mejor posible. Es lo que siento también al pensar en otras muchas personalidades de la izquierda española que se han roto en los últimos años. Defender la justicia no significa alegrarse del mal ajeno.
Los articulistas de opinión estamos acostumbrados a comprobar que no conviene meter cuatro o cinco columnas de opinión en un mismo artículo. Para entender mi tristeza, necesito hoy pensar en muchas cosas. Nota aquí.
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