Diana Berrouet García, la española que conquistó Burdeos y está detrás de uno de los vinos más caros del mundo
Desde hace tres años, la enóloga valenciana está al frente de Domaines Jacques Thienpont, un grupo de tres pequeñas bodegas cuya joya, Le Pin, es un fijo en el ranking de los productos más exclusivos del mercado. Hablamos con ella de sus creaciones y de la tierra arcillosa que les da carácter.
La pequeña denominación vitivinícola francesa de Pomerol, situada en la orilla derecha del Dordoña, no goza de la solemnidad arquitectónica ni del pedigrí de los châteaux de Médoc, la zona con dominio de cabernet sauvignon que se asoma al estuario de la Gironda al norte de la ciudad de Burdeos y que cuenta con su propia jerarquía de calidad desde 1855. Pese a no tener una clasificación propia, el paisaje más modesto y campesino de Pomerol rivaliza desde mediados del siglo XX con las grandes marcas de Médoc gracias al carácter envolvente y sensual de sus tintos apoyados en la uva merlot. La región es el campo de juego de familias como los Moueix, que controlan, entre otras propiedades, la legendaria Pétrus, o de los Thienpont de origen belga, que se asentaron en la zona en la década de 1920 para labrarse un prestigio alrededor de Vieux Château Certan.
Hace unas semanas, en un restaurante de Madrid y de la mano de la importadora Primeras Marcas, la enóloga española Diana Berrouet García, figura clave de Pomerol, explicaba a un grupo de clientes, sumilleres y comunicadores las particularidades del vino del pino, como se traduciría al español Le Pin, en alusión al árbol que domina la propiedad. Y en especial, la singularidad de la grava arcillosa que alimenta su viñedo en la apacible meseta de Pomerol. Le Pin —un fijo en el ranking de los vinos más caros del mundo— nace de una parcela que Vieux Château Certan rechazó en su momento, pero que Jacques Thienpont, uno de sus accionistas y heredero del negocio de comercio de vino de la familia en Bélgica, adquirió a finales de los años setenta. Aunque posteriormente se añadió algo de viñedo, la producción en torno a 4.000 o 6.000 botellas es muy baja incluso para los estándares de Pomerol. Los inicios fueron muy modestos (el vino envejecía en los bajos de una vivienda bastante antes de que se acuñara el término de vinos de garaje), pero en el momento en que se disparó la demanda de un producto escaso los precios subieron como la espuma. Nota aquí.
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