El bar notable que atesora chapas vintage y anécdotas de Gardel, con su famoso subsuelo artístico: dónde está y cómo visitarlo
Descubrí el mítico subsuelo que albergó inolvidables noches de Café Concert, con artistas como Javier Malosetti y Luis Salinas.
En pleno corazón de Buenos Aires, un bar con alma y memoria resiste el paso del tiempo y cautiva a locales y turistas por igual. El Celta, más que un simple café, es un verdadero museo viviente.
Este local combina historia, arte y gastronomía, todo en un ambiente cargado de nostalgia. ¡Conocé por qué se convirtió en bar notable de la Ciudad de Buenos Aires!
Un viaje al pasado con aroma a café en el bar El Celta
Fundado originalmente por el asturiano Claudio Fernández, la esquina de Sarmiento y Rodríguez Peña comenzó como una modesta incursión gastronómica que no tardaría en transformarse.
En los años 50, este espacio se reinventó como confitería-bar, abrazando la esencia porteña y ganando un lugar en el corazón de sus vecinos. Pero la historia dio un giro en 1998 cuando se inauguró su famoso subsuelo, destinado a eventos culturales que lo posicionaron como un referente del Café Concert en la ciudad.
Los vecinos todavía recuerdan las tardes en las que el actor Osvaldo Miranda compartía desde una mesa anécdotas del mismísimo Carlos Gardel, a quien describía como “el vecino de acá a la vuelta”, señala el libro "Bares Notables de Buenos Aires".
Un subsuelo con vida propia
El subsuelo de El Celta fue el epicentro de las noches más vibrantes de Buenos Aires, con presentaciones de poesía, teatro y música en vivo. Por sus tablas pasaron artistas de renombre como Javier Malosetti, Luis Salinas y Miguel Botafogo, dejando una huella imborrable en la historia cultural de la ciudad. Hoy, el bar se encuentra proyectando la recuperación de este espacio único, con el objetivo de revivir aquellos espectáculos de calidad que lo caracterizaron.
Al cruzar las puertas de El Celta, uno se encuentra con un ambiente que respira Buenos Aires en cada rincón. Chapas publicitarias vintage de los años 50, retratos de músicos notables, antiguos paquetes de yerba y jabones, frascos de conserva y cajones de reparto decoran sus paredes, convirtiéndolo en una suerte de vitrina de la vida cotidiana de épocas pasadas. Nota aquí.
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