sábado, enero 04, 2025

Bar London City

 Cafetines de Buenos Aires: la planificación de un viaje a visitar los mapuches realizada en las mesas de la tradicional London City

En la esquina de Avenida de Mayo y Perú, desde donde se puede ver la Casa Rosada, funciona desde 1954, un bar con mucha historia. Estuvo cerrado en 2013 pero revivió y mantiene la esencia de la zona.

El 2010 me encontró trabajando para el Gobierno de la Ciudad. Llevaba dos años en la función. Tenía un contrato de servicios anual con la Jefatura de Gabinete. El programa de gobierno se llamaba Pasión por Buenos Aires. Imposible mejor destino. Sin más. Ese año, el del Bicentenario, fue agotador. Con un calendario nutrido de actividades de enero a diciembre. Toda la planificación estuvo orientada a la celebración de los doscientos años de la Revolución de Mayo. Mi lugar de trabajo estaba en el Palacio Municipal, Bolívar 1. Pegado al Ministerio de Cultura. Las oficinas de ambos edificios eran un hervidero de reuniones donde se presentaban todo tipo de proyectos, se discutían prioridades y se analizaban presupuestos. No teníamos tiempo ni sobraba energía que nos desviara del foco de la gesta de 1810. Por eso cuando Rochi, una compañera de trabajo, se acercó a mi escritorio y me dijo: “¿Cómo estás para el próximo fin de semana largo? Me salió un trabajo hermoso y te necesito, nos vamos a Aluminé”, me desorientó y dejó sin respuesta. Rochi era planta permanente en la Ciudad. La conocí en profundidad mientras gestionamos juntos distintos proyectos. Entre tantas charlas mantenidas en los tiempos muertos —como le gustaba decir— de los eventos, me di cuenta que venía de otro palo. Digo, político. Y terminamos siendo grandes compinches.

Obviamente la propuesta era un chino incomprensible. ¿Cómo podíamos pensar en la comunidad de Aluminé cuando la todopoderosa Buenos Aires nos demandaba, ese año, cada minuto de nuestras vidas? Muchos menos disponer de tiempo para viajar cientos de kilómetros rumbo al sur durante un fin de semana extendido cuando, como era de suponer, se amontonaban la mayoría de los eventos para cubrir la demanda de la gente del interior que venía a la Capital a participar de la Gran Fiesta. Pero una de las tareas de Rochi era gestionar la dotación de recursos y, para poder contar conmigo, supo liberarme de compromisos para el feriado largo.

“¿Aluminé? ¿Neuquén? ¿Cómo se te ocurre irnos a la Patagonia en plena euforia porteña?” le pregunté a mi compañera de trabajo nacional y popular camino a la primera de las reuniones donde expuso su plan. “¿Todavía no te diste cuenta que no me asignan muchas tareas?” me preguntó de manera retórica. “No podría hacerlo en otro momento. Es ahora. En los tiempos muertos del peronismo”, agregó. Nota aquí.






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