domingo, enero 05, 2025

Félix Maraña

 País de campechanías

Mató más de un elefante
en mil juergas ejemplares,
comisiones centenares,
sangre azul y blanco guante.
Mientras el súbdito aguante,
y no levante su voz,
ni grite ni exhiba hoz,
reducta ciudadanía,
corrupta campechanía,
democracia en el alfoz.
Hay borbones para rato,
farras, ligues, putiferio,
cacerías, adulterio,
fiestas de hurí y emirato.
Reverencias en el trato,
vista gorda en fiscalía,
genuflexa villanía.
De condición inviolable,
tipo poco aconsejable,
ni de noche ni de día.
Dicen que anda por Oriente,
a donde huyó fugitivo,
todos saben el motivo,
pero calla mucha gente.
Aunque a veces, de repente,
aparece de Borbón,
en Sansenxo, a comisión,
come pescado y marisco,
aplauden, se monta un cisco.
"No pienso pedir perdón".
Quiso que el nieto Froilán,
nombre del patrón de Lugo,
disfrutara de su lujo
en aquel país de Arán,
y los dos vienen y van,
mientras aprende el oficio
de heredero vitalicio,
una nueva profesión,
apellidarse Borbón
y amontonar beneficio.
La cena se le indigeste
por este canto de gesta,
a quien acuda a esa fiesta,
y a quien se ofrezca o se preste
a cenar con el Borbón,
gratis, siempre de gorrón,
mientras España bosteza,
aplaudiendo a la realeza,
como la televisión.
Y no pierde la ocasión
para ver cuánto le importa,
la tragedia de Paiporta,
la de toda la Región.
Él, de cena cotillón,
el pueblo, juntado hacienda,
para comprar en la tienda
algo de sobrevivir.
Y el otro, venga a reír.
No hay bribón que más ofenda.
Con todo lo que se gasta
en viajes, juergas, queridas,
se curaban las heridas
por la Dana que devasta.
El que se lleva la pasta
en maletas a Suiza
(se le señale con tiza),
para librarse de impuestos,
no es ni será de los nuestros.
La herida no cicatriza.



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