"La Inteligencia Artificial puede acabar con la especie humana"
La escritora española cierra la tetralogía de novelas que empezó con Lágrimas en la lluvia (2011) y se extendió con El peso del corazón (2015) y Los tiempos del odio (2018), protagonizadas por Bruna Husky. En la última entrega, ya no es una poderosa tecnohumana de combate, sino una frágil androide de cálculo. "Cuando desperté a la vida, la literatura ya estaba ahí", dice la autora La loca de la casa, parafraseando a Augusto Monterroso.
“En el imperturbable desorden universal, la vida es una excepción”, escribe en su diario Bruna Husky hacia el final de Animales difíciles (Seix Barral), el cierre de una tetralogía de ciencia ficción policial que la escritora española Rosa Montero empezó con Lágrimas en la lluvia (2011) y se extendió con El peso del corazón (2015) y Los tiempos del odio (2018). La despedida de Bruna, que ya no es una poderosa tecnohumana de combate, sino una frágil androide de cálculo, transcurre en el Madrid de 2111, cuando es contratada para investigar un atentado en las instalaciones de una gran empresa tecnológica. La novela explora la irresponsabilidad de los humanos al poner en peligro de extinción la propia especie por nuestra incapacidad de controlar una superinteligencia que puede ser el arma más letal creada.
Montero, que presentará Animales difíciles este sábado a las 17.30 en la Feria del Libro, destaca que Bruna Husky resuelve el caso criminal “más crepuscular y angustioso” y que la novela que cierra la tetralogía es la “más épica” y la de “mayor envergadura” para la escritora que ha recibido el Premio Nacional de las Letras en 2017. “Decidí dejar a Bruna muy bien colocada; termina la vida mucho mejor, acompañada y con una conciencia distinta”, dice la autora de La hija del caníbal, El corazón del Tártaro, La loca de la casa, Historia del Rey Transparente, Instrucciones para salvar el mundo, La ridícula idea de no volver a verte y El peligro de estar cuerda, entre otros títulos que han sido traducidos a más de veinte idiomas.
-Bruna admite, al final de la novela, que es posible que haya perdido el miedo a morir. ¿Escribir “Animales difíciles” también te permitió perder el miedo de tu propia muerte?
-Bruna deja de contar los días que faltan para su muerte. Escribo porque no sé hacer otra cosa. Cuando desperté a la vida, la literatura ya estaba ahí, parafraseando a (Augusto) Monterroso. Me doy cuenta de que escribo para perder al miedo a la muerte. He tenido ataques de pánico desde los 16 hasta los 30 años, que en realidad era miedo a la muerte, aunque entonces no lo sabía. Cuando tenía 20 años, miraba a la gente mayor de 60 con horror: "Van al cine y a comer una paella y están ahí en el café tan contentos y riéndose, cuando están tan cerca de la muerte”, pensaba y decía: “Si tuviera esa edad, estaría metida debajo de la cama aullando de miedo”. Ahora tengo bastante más que 60 y no estoy debajo de la cama aullando de miedo. Algo bueno he hecho. Hay tres libros que me han ayudado especialmente a perder el miedo a la muerte: Historia del Rey Transparente, que este año se cumplen veinte años de su publicación; El peligro de estar cuerda y Animales difíciles, que me ha dado una especie de serenidad increíble.
-Una pregunta que se desprende de la lectura de la novela es ¿cómo pensar lo humano?
-Uno de las grandes problemas del ser humano en la vida es llegar a saber qué es lo que quiere de verdad. Hay gente que tiene un desconocimiento de sí misma colosal, que se muere sin llegar a saber lo que desean. La inmensa mayoría intenta ser aquello que sus padres quieren que sea. Más allá de los padres, si superas esta etapa, la identidad siempre es producto de la mirada de los demás. Dependemos literalmente de la mirada de los otros para ser nosotros. Las redes sociales están enloqueciendo al planeta y contribuyen a que prosperen las políticas del odio. La manera más fácil de conseguir una identidad es odiar a alguien. Nota aquí.
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