La curiosidad también mora en los sueños.
Escribe su nombre en lo imposible.
Transita más allá de los secretos.
Se atreve a descifrar lo indescifrable.
Inspira y nos condena.
Sorprende a la memoria y al deseo.
Atraviesa selvas, callejones y fronteras.
Marca su rastro como un tigre.
Trenza laberintos.
Se deleita en el puerto de los márgenes.
Vibra con el alba y las penumbras.
La curiosidad acierta y se equivoca.
Atrae y nos distrae.
Alarga las pausas.
Se mete entre las sábanas.
En el abismo y los arcenes.
En la espuma de un trino.
En la lágrima que asombra.
En los vaivenes del destino.
En el ocio de tu boca.
Se asusta si descubre tus latidos.
En sus idas y venidas
no entiende de colores.
Te huele si te escondes.
La curiosidad no reflexiona.
Va a su bola.
Es insensata y caprichosa.
Inocente y laboriosa.
Tiene vocación de espía.
Sabe más que las bibliotecas de historia y anatomía.
Es muda, parlanchina y delatora.
Dulce y amarga. Cegadora.
Bucanera infatigable.
Seductora y entrañable.
Se acerca y huye. Cierra y abre. Baja y sube.
Te saluda y se despide para que el vecino cotilla murmure.
La curiosidad no es poca cosa.
Es amiga del sabio y del idiota.
del rico y el pobre, de la luz y de la sombra.
Es una trituradora.
Una alfombra voladora.
No tiene límites. No se agota.
A veces te echa un cable y otras te degolla.
Te quita y te aporta.
Te excita y te provoca.
Es creativa, habilidosa y manipuladora.
Pero sobre todo, cuando estás con ella a solas;
Te cautiva, te nombra, te cultiva, te estimula y te informa.
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