martes, julio 15, 2025

Maximilian Riedel

 “No hay semana que no me pregunten desde España si vamos a diseñar un porrón”

El CEO de la mítica cristalería austriaca Riedel pasó por Barcelona para demostrar que el recipiente importa, y mucho. Con más de 1500 referencias en catálogo, defendió ante profesionales y aficionados por qué cada variedad necesita su copa.

No son una bodega, ni tienen viñedos, pero pocas sagas familiares más ligadas al mundo del vino que los Riedel. Esta mítica cristalería austriaca lleva en marcha más de 250 años y sus copas son sinónimo de excelencia en la sala de los restaurantes o en casa de los apasionados por el vino. Con un catálogo de más de 1500 referencias, sus copas específicas para cada variedad de uva son algo único en el mercado y Maximilian Riedel, actual CEO de la compañía, ha pasado por Barcelona para explicar cómo y por qué una copa puede cambiar totalmente la percepción de un vino. Para bien o para mal.

Subido a un pequeño escenario y ante 200 personas en dos sesiones organizadas en el hotel Majestic de Barcelona, Riedel no tarda en ganarse al público. Domina bien los tiempos, el mensaje y, como un elegante vendedor, no tarda en convencer a quienes se sientan allí. Y eso que seguramente hay muchos escépticos con su idea de que, por ejemplo, una copa para riesling es terrible para un buen chardonnay, mientras una específica para esta variedad hará que brille especialmente. Pese a las lógicas dudas iniciales, la mayoría salen -salimos- convertidos en creyentes.

¿Cómo funciona? “La única forma de explicarlo es probarlo”, nos cuenta unos minutos antes de empezar el seminario. “Para comprobarlo, los vinos pueden ser de cualquier lugar, pero tienen que ser monovarietales”, detalla.

Escépticos y creyentes

“Vais a oler un vino en tres o cuatro copas diferentes y os va a sorprender la diferencia. Y también el sabor. Es así como uno se hace creyente. Puedo cambiar la percepción de un vino. No cambiamos el líquido, es el mismo vino y la misma temperatura, es sólo la copa”, explica con pasión. Y eso es justo lo que hace ya en el escenario, con una convicción que despeja cualquier duda.

Una cata guiada siempre está algo condicionada por quien marca la pauta y detecta aroma de frutas de verano o de heno o de lo que sea. Pero lo cierto es que los vinos que se sirven – “todos franceses, para no enfadar a ningún productor español por haberse quedado fuera”, matiza- cambian según la copa utilizada. Son vinos excelentes, botellas de entre 50 y 100 euros en tienda, pero algunas copas los apagan, mientras que otras los hacen espléndidos.

Es una cuestión de altura de la copa, de apertura superior, de forma… El proceso de desarrollo de estas copas varietales comienza comprobando si alguno de los diseños ya existentes funciona con otra uva. Si es así, no hace falta un nuevo desarrollo, sino, hay que crear una nueva. “Y esa es una gran noticia”, bromea, como el gran vendedor que es.

¿Un buen vino es peor en una mala copa? “Es mucho más grave, una copa puede destruir un vino”, alerta. “Te puedo servir un Pingus en una cata a ciegas en una mala copa y me dirías que no es bueno. Cuando un vino no gusta se culpa al propio vino, a la añada, la conservación, la temperatura de servicio… pero nunca se señala a las copas, cuando pueden ser la causa”.

En busca de la copa perfecta

Más allá de la lógica curiosidad que despierta esta cata de copas, Maximilian Riedel sabe que gran parte de su público son profesionales de la hostelería. Y que de lo que se trata es también de vender más vino, algo en lo que insiste a la hora de demostrar las virtudes de su cristalería y recordar que invitan a pedir otra copa.

O también otra botella, asegura mientras muestra uno de sus decantadores y anima a los sumilleres a probar la “shock decantation”, un sistema que oxigena mucho el vino y que, en su opinión, puede ayudar a los vinos tintos jóvenes que suelen consumirse en España. Nota aquí.






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