lunes, septiembre 01, 2025

Fernando Tejero

 Fernando Tejero revela su increíble infancia: “Tenía todas las papeletas para acabar yonqui o alcohólico”

El actor de ‘Aquí no hay quien viva’ y ‘El cautivo’, de Amenábar, tiene una de las caras más reconocibles de España pero también un pasado no tan conocido: el de un bebé cuya madre dejó en manos de otra mujer durante 14 años.

“Tengo la autoestima a la altura de las rodillas. Pero es que antes la tenía por los tobillos”.

Fernando Tejero (Córdoba, 60 años) proyecta esta mañana una serenidad casi extraña; extraña quizá porque está a años luz de los personajes que suelen llevar su rostro, tan desafiantes, tan derrotados, en ocasiones directamente turbios. A veces, no muchas, entre confesiones sobre sus recuerdos y su autoestima, Tejero mira a sus interlocutores en el jardín de su casa en El Escorial, o al menos les lanza fugacísimas miradas (es tan tímido que el contacto visual se le resiste) y se le intuye una cierta vulnerabilidad, como de animal fuera de su caparazón. Como si algo hubiera cambiado en él. Como si importase lo que él pueda cambiar a estas alturas. En el fondo, por muchos años que viva, la primera frase de su obituario ya está escrita. Él es Emilio Delgado, el portero de Aquí no hay quien viva, la mayor comedia de la televisión en España, emitida entre 2003 y 2009 en Antena 3 y todavía hoy desempolvada a diario, sobre todo entre menores de 30 años, a veces muy por encima de la mayoría de las novedades de las plataformas. La cara de Tejero es la cara del portero, y el portero, quizás el mayor perdedor de una serie esencialmente sobre perdedores, es la cara más representativa de este fenómeno. En 2013, además, empezó a encarnar a Fermín Trujillo en La que se avecina, continuación apócrifa del proyecto.

—Todo esto creo que viene de mi infancia y de mi adolescencia.

En muchos sentidos, seguimos en el mismo punto, entre el presente y un obituario que ya está escrito; un punto por el que cualquier actor mataría (Tejero el primero, y esto lo puntualiza con frecuencia), aunque tampoco es especialmente justo: puede que todo Emilio esté en Tejero pero no todo Tejero está en Emilio. De hecho, el actor tiene un Goya por Días de fútbol (2003), dos nominaciones más, una docena de obras de teatro y una treintena de películas en su haber. Y todavía le queda dentro mucho por ubicar.

Por eso, en otros muchos sentidos, este punto es distinto. Si nos ponemos verdaderamente honestos, y él últimamente está en esas, puede que haya algo más, que la historia no esté entre la serie y todo lo que no es la serie, sino en una tercera cosa. Como actor, el pasado febrero dejó La que se avecina y en septiembre mostrará una renovada madurez dramática en el papel de monje (gay y homófobo) en El cautivo, de Alejandro Amenábar. Como persona, últimamente nota que lo que le tira es algo hondo y remoto, su vida antes de los personajes, los ficticios y el suyo público, un pasado que ha intentado obviar y que solo ahora está logrando verbalizar. Si nos ponemos verdaderamente honestos, la historia va de esto.

—Yo es que me crie con mi tía abuela.

Esto va de un bebé en la Córdoba de los sesenta que no tenía ni un año cuando su madre le entregó a otra mujer. “Nueve meses tenía. Todavía no sé la versión real porque en casa de mi tía, que ya no vive, me decían que a mi madre la tuvieron que operar de apendicitis. En esa época operarte de apendicitis al parecer era como hacerlo casi a corazón abierto. Te retiraba como tres semanas”.

Prosigue: “Durante esas tres semanas me llevan a casa de mi tía abuela, la tía de mi madre. Me dejan ahí un par de días o tres porque mi madre tenía tres hijos más. Y mi padre, un bar y una pescadería. Hay un momento que se agobian y me dejan ahí un par de días más. Luego mi madre, yo creo que para justificarse, y en cierto modo culpar a mis tíos, me dice que cuando iban a recogerme, le respondían: ‘Déjame al niño un tiempo más, solo un tiempo más’. Y ese tiempo se convierte en 14 años”. Nota aquí.



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