Cuando yo era chiquito, allá en los largos atardeceres sureños, solía jugar a aquel machacón, pero genial, divertimento que consistía en completar frases como ésta: «De La Habana ha venido un barco cargado de...»; recuerdo que "Mariquita" –aquella mujer maravillosa que me cuidaba de pequeño y que inundó y engrandeció mi infancia de sueños y de fantasías– solía decirme que aprovechara el juego para cargar aquel barco con todo lo que más me gustara tener; con lo que más ilusión me hiciera... Ella, cuando jugábamos –dada su pobreza– a veces decía: «...cargado de panes blancos»; yo, dada mi edad: «...cargado de juguetes».Crónica aquí.
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