miércoles, mayo 15, 2024

Luis García Montero

 Los niños de Palestina

Como la historia de los seres humanos está llena de tristezas, egoísmos e infamias, bueno es recordar también los ejemplos de dignidad solidaria. Los hay (y muchos). Durante un viaje de trabajo por México, con acuerdos en la UNAM y en la Cámara de Diputados, fue una emoción que el Ateneo Español me invitara a dar una conferencia sobre el exilio. La Secretaría de Estado de Memoria Democrática ha organizado una serie de actos para recordar la llegada del Sinaia a Veracruz. En aquel barco viajaron muchos españoles que necesitaban huir del fascismo y reconstruir su vida después de la derrota de la democracia española en 1939. Como escribió María Zambrano, el golpe militar había fracasado en 1936, pero el autollamado bando nacional no dudó en vender España a Hitler y Mussolini para hacerse con el poder, convirtiendo durante 3 años a la nación de todos en un campo de pruebas militares, horrores y cadáveres. Que en los dos bandos se cometieran barbaridades ya estudiadas por los historiadores no supone que puedan fijarse equidistancias. Sólo un bando fue responsable del golpe de Estado contra la legalidad democrática que desencadenó la tragedia.

En el Sinaia, buque de vapor francés, llegaron a México muchos derrotados con su equipaje de tristezas, miedos e incertidumbres. Pero ser un derrotado, como afirmó entonces Antonio Machado, no significaba haber perdido la guerra desde un punto de vista humano. Frente a la barbarie, la historia necesita ejemplos de dignidad como el que representaron en sus vidas y su compromiso legal con España muchos de los viajeros del Sinaia. Pensar hoy en ellos es recordar también la solidaridad que México ofreció en un momento tan grave, cuando las democracias europeas querían mostrarse neutrales para no molestar a la Alemania nazi. Lo acabamos pagando todos. La solidaridad mexicana fue muy profunda con miles de españoles anónimos. Recordar a intelectuales y escritores como José Gaos, María Zambrano, José Moreno Villa, León Felipe, Max Aub, Luis Cernuda, Adolfo Sánchez Vázquez, Margarita Nelken o Luisa Carnés ayuda a comprender que la hospitalidad es una forma de enriquecimiento mutuo. Los exiliados españoles aportaron a México tanto como recibieron. Que el respeto a los derechos humanos tuviese más valor que el miedo o que una seguridad mal entendida dejó una magnífica herencia social. Esa que ahora recordamos. Nota aquí.



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