jueves, octubre 09, 2025

Félix Maraña

 Pablo Guerrero

Para mí, Pablo Guerrero, además de músico y poeta, es una debilidad. Y lo es desde que le conocí de cuerpo presente en 1972, un día de noviembre en Pamplona, en que nos cantó con Nacho Sáenz de Tejada a la guitarra, y nos curó del frío, del frío del tiempo y de la libertad ausente. Así es que ruego silencio, que me dispongo a leer este nuevo libro antológico, "Diez de cuatro" (1999-2006), que resume su poesía de olor a membrillo. Lo dice en el prólogo Rodolfo Serrano , poeta y sin embargo amigo. El libro se publica en un sello de olor, color y calor machadiano, "Hoy es siempre Ediciones", que dirige Ismael Serrano, a cuya madre y padre va dedicado este cálido libro. Gracias a los citados por este regalo. Hoy luce el sol en el País de la Zurriola. "Arden las cosas", es el título de uno de los poemas de este libro. Cálida lectura, cálida amistad, calidez de calideces.



Luis Quintana


 

Hermanos Navarro

Camilú


 

Tute

 "La muerte es una excusa para hablar de la vida"

En diálogo con MDZ, Tute habló de "Ensayo para mi muerte", la novela gráfica que nació en medio del duelo por la pérdida de su hermano.

La muerte y el humor pueden encontrarse en una obra de arte, tal como lo hacen en el nuevo libro del humorista gráfico Tute, titulado “Ensayo para mi muerte”. En él, el artista presenta a una persona fallecida, tendida en el suelo, desde el comienzo hasta el final. Al verlo, al toparse con la muerte, cada personaje circunstancial reacciona de una forma sumamente diferente, demostrando desinterés, miedo y hasta culpa.

Se trata de la obra más introspectiva, reflexiva y teatral de Juan Matías Loiseau, más conocido por su nombre artístico Tute, que nació como una forma de hacer catarsis en medio del duelo por la partida de su hermano, Tomás Loiseau, vocalista de la banda Mamushkas, en noviembre de 2019. “El libro tiene que ver con la muerte de mi hermano. Sentí que tenía que hacer algo con eso y empecé a dibujar”, contó el artista en una entrevista exclusiva con MDZ y profundizó en su mirada sobre el fin de la vida.

En la charla, además, Tute recordó a su padre, el famoso humorista gráfico Caloi, quien lo inspiró a seguir el camino del lápiz y el papel. “Mi papá se hacía querer a través del dibujo”, manifestó y agregó: “Todos los artistas hacemos lo que hacemos para ser aceptados y queridos”.

- Tu padre, Caloi, fue un historietista súper reconocido, por lo que imagino que gran parte de tu interés por el arte viene por ahí. ¿Pero en algún momento dudaste de hacer otra cosa o siempre supiste que era por ahí?

- Desde muy chiquitito supe que quería ser humorista gráfico, ni siquiera dibujante o ilustrador. Tal cual mi viejo. En algún momento surgió alguna duda, sobre todo cuando se abrió el espectro del arte. Entonces pensaba que podría ser también poeta o cineasta. Siempre flirteé con otras cosas, pero nunca me fui del dibujo.

Hoy además considero que convivo con un montón de otras actividades que me gusta hacer, aunque no de manera central como con el humor gráfico. Me gusta escribir, me gusta filmar, me gusta hacer canciones, un poco de todo.

- ¿Qué es lo que te inspiraba de tu papá, de sus historietas? ¿Qué es lo que te gustaba de ese mundo que dijiste que era por ahí?

- Primero, todos somos dibujantes de entrada, lo primero que hacemos es dibujar, después empezamos a hablar y rápidamente dejamos de dibujar y seguimos hablando. Es lo que todos hacemos. Algunos continuamos con el dibujo y nos dedicamos a esto. Por lo tanto, me sentí dibujante desde el principio y con toda justicia porque era dibujante. Después uno tiene que convertirse en humorista gráfico y ahí no basta con dibujar solamente, sino que esos dibujos tienen que contar una idea, esa idea tiene que ser humorística, tiene que mover a la risa, a la reflexión o a conmover. Ese ya es un trabajo intelectual, profesional.

Creo que, un poco, porque era dibujante del principio, otro poco porque lo veía mi viejo dibujar y, sobre todo, haber visto a mi viejo en la calle y que la gente lo reconociera y le pidiera un dibujo. Me encantaba ver que la gente se acercaba a él, le pedía un dibujo y se iba más contenta de lo que había llegado. Nota aquí.



El Nido & Rozalén


Salvador Amor

 

Micro Abierto Irradiador, identidad y Germinación de Garibaldi

 CiberCanción de Autor nos cuenta por Facebook.

𝗠𝗜𝗚 — 𝗠𝗶𝗰𝗿𝗼 𝗜𝗿𝗿𝗮𝗱𝗶𝗮𝗱𝗼𝗿, 𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗶𝗱𝗮𝗱 𝘆 𝗚𝗲𝗿𝗺𝗶𝗻𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲 𝗚𝗮𝗿𝗶𝗯𝗮𝗹𝗱𝗶

Madrid, domingo de cultura, música y poesía
Ayer se inauguró en la Taberna Garibaldi de Madrid el MIG (Micro Irradiador de Garibaldi), un nuevo espacio de encuentro para la palabra, la música y la emoción compartida.
El proyecto, impulsado por el poeta, cantautor y educador cubano Julio Hernández, nace con el propósito de continuar la estirpe de los históricos micros abiertos madrileños —como el de Libertad 8, Calvario, o Música por la Voluntad—, fermentando la cultura y el pensamiento crítico compartido a través de las artes. Con fuerza, ilusión y mucho corazón, Julio presentó esta nueva etapa que promete irradiar creatividad desde este este nuevo y carismático espacio hacia toda la ciudad.
El pistoletazo de salida lo dio el querido Fernando González Lucini, quien auguró un futuro luminoso para este micro y dedicó emotivas palabras al recientemente fallecido Pablo Guerrero, figura esencial de nuestra canción poética. A partir de ahí, la tarde se volvió un rutilante desfile de voces, guitarras y versos:
Gonzalo Hormigo, Amaury Muro, Raúl Marchena, María Givernau, Acoyani Guzmán Bárcena, Juan Fernández, Francisco Murillo, Maremoto (menos conocida como Mari Mar Martín Trujillo), y Osvaldo Chiccioni, que nos regaló su homenaje a María Elena Walsh y recordó que sin “meter la mula” nos dijo una verdad como un templo: “una canción te puede cambiar la vida”.
Alfonso Gardi, con “discreta” camisa de celebración de día muertos en México, entonó un tema dedicado a Pepe Mújica, donde ocultaba un acróstico con el nombre del expresidente uruguayo, y de paso rindió tributo a Pablo Guerrero.
El gran Alberto Alcalá se” arrancó” por sevillanas con una elegancia que trasciende del folklore típico andaluz, para elevarlo a pura poesía.
Eusebio Priego, con camiseta de Iron Maiden, nos llamó a “actuar con la palabra” a través de versos de Ángel González; Gabriel Gonzálvez ofreció su canción más Autocrítica; Natalia Vega sumó su sensibilidad.
Y el cierre llegó con el incombustible Dani Hare, “músico para todo”, que levantó a la sala con su góspel-blues (con homenaje a Lou Reed incluido) “Que Dios tenga piedad con los banqueros”, entre coros y aleluyas de un público entregado.
También hubo espacio para “El rincón de Pensar” ámbito físico donde se exponen libros, para leer, comprar, compartir y debatir.
Fue una jornada llena de arte, afecto y complicidad, que marca el inicio de un nuevo espacio para la cultura viva de Madrid.
El MIG comienza su andadura con una certeza: cuando la palabra, la música y la comunidad se juntan, la esperanza se irradia y se germinan las bases para rendir tributo a esa cultura que el alma, el espíritu y el cerebro enriquece haciéndonos mas libres. Haciéndonos invencibles.
















Pez Mago


 

El Bombo

 

El Plan de la Mariposa


 

Ramón Serrano

 LEYENDA NEGRA

Ya se han callado
los grandes pájaros de la noche
vuelan alto y mudos
sus graznidos son el silencio de otros mundos lejanos
las sombras pasean por el asfalto
prestas a afanar la luz
que todavía ilumina el parque
y abren voraces sus bocas
a morder la noche estrellada
es la hora de los sin remedio
ni rezan ni cantan ni saben escribir metáforas
sólo ríen a dos carrillos
cuando los pájaros pasan
dando círculos sobre sus cabezas
hechas de vientos y paja
ahora ellos también n callan
por si las sombras se acercan
como ruedas de cuchillos
cuesta abajo
de la astuta noche aciaga
no hay remedio para tanta tiniebla
ni palabras que puedan salvar
el sueño de mis dos acacias .



Rafa Pons


 

Juan Pablo Varsky

 

Ismael Serrano


 

Leonardo Padura

 “Vivir en Cuba entre necesidades, apagones diarios y falta de dinero, ¿no es una derrota?"

El autor acaba de publicar “Morir en la arena”, una novela que ve con amargura el destino de su generación. “Debe haber una salida, no sé cómo ni cuándo, si lo supiera sería profeta en mi tierra”, dice desde La Habana

En el comienzo de la nueva novela de Leonardo Padura, el protagonista mete el pie en caca de gato. Un hecho cotidiano e irrelevante que, sin embargo, se puede leer como una clave: en Morir en la arena, la palabra “mierda” -con perdón- aparecerá 85 veces. Aunque le gana por robo otra, “miedo”. Esas son las ideas con las que el escritor cubano hará la crónica de su generación. Al final, un personaje que es escritor se preguntará si ya está listo para hacer la crónica de la derrota. En los poquísimos minutos en que hablemos, Padura dirá que ese personaje no es él.

Porque, en realidad, esta entrevista empieza con un fracaso que tal vez también deba leerse en clave. Cuando acordamos hablar, Padura indica: “Por whatsapp”, porque ya se sabe que otras formas de videollamada no corren. Así se hace. Pero aunque al principio aparece en la pantallita el escritor -en remera, se ve que hace calor-. pronto la imagen se congela, se pierde. Probamos sólo con sonido: no hay suerte. Se entrecorta tanto que cuesta seguir el hilo de una respuesta. Las preguntas van, entonces, por escrito.

Casi casi parece una introducción a medida para una nota sobre este libro. Morir en la arena es, tal vez, el libro más amargo de Leonardo Padura. Mierda y miedo, dijimos. Ya en una novela anterior, Como polvo en el viento el autor se había metido con la frustración de su generación, que nació con la Revolución y vivió siempre bajo sus designios. Aquella vez se centró en los que se fueron y ésta, en los que se quedaron. Un poco como él, que se quedó pero -por su actividad, por su éxito, por su pasaporte español- pasa parte del tiempo en Madrid o por el mundo.

Padura se ha cansado de mostrar los problemas de la revolución, de reivindicar la libertad de expresión y, en un artículo un poco desesperado, de decir que hubiera querido ser Paul Auster, para que le preguntaran por literatura y no por la política de su país, para que le hablaran de novelas y no de por qué no se exilia de una vez, si puede hacerlo.

Morir en la arena arranca, dijimos, cuando Rodolfo pisa esa caca. Justo se acaba de jubilar y está preocupado porque la plata no le va a alcanzar para vivir. La dueña de la gata es Nora, que es su amor de toda la vida pero, ah ah, es la mujer de su hermano. Y el hermano, Geni, está preso por... matar al padre de los dos. Eso lo sabemos de arranque. El tema es que Geni está muy enfermo y por eso lo van a soltar. Quiere volver y Nora no quiere que vuelva. ¿Y Rodolfo? Mmm Quien va a estar del lado de Geni es Raymundo Fumero, un escritor al que le fue bastante bien escribiendo lo que oficialmente había que escribir. Y que tiene un hijo que se hizo babalawo, es decir, un sacerdote yoruba. Y, la verdad, se está llenando de plata, sobre todo con los extranjeros. Mientras, exhibe el cinismo, las frustraciones, las postergaciones. Y hasta le queda tiempo para mostrar con cierta acidez a una nieta de Rodolfo crecida en España que, bueno, se ha vuelto de derechas y frunce la nariz frente a la inmigración. Nota aquí.



Rebeca Jiménez


 

Diego Ojeda & Carlos Salem

 

Emiliano del Río


 

Miguel Ángel Russo

 Falleció Miguel Angel Russo, el que quiso al fútbol hasta su último aliento

El técnico había llegado a Boca a mitad de este año, en reemplazo de Fernando Gago. Una infección urinaria en las últimas semanas lo había afectado mucho.

Era un tipo querido Miguel Angel Russo. Tan querido, tan amigo de tantos, tan respetuoso y tan respetado por todos que por eso, la noticia de su muerte estremece de pena al fútbol argentino. Miguel, Miguelo o el Palomo dedicó 50 de sus 69 años de existencia a estar dentro de una cancha. Primero como jugador de Estudiantes de La Plata, el club donde desarrolló toda su carrera como futbolista entre 1975 y 1988. Y luego, desde 1989 como director técnico de infinidad de equipos de la Argentina, Chile, España, México, Colombia, Perú, Paraguay y hasta Arabia Saudita, con los que vivió todas las emociones posibles con la pelota de por medio: grandes triunfos, fuertes derrotas, tardes de gloria, noches de pena, alegrías, ingratitudes, traiciones, la vida misma.

En esos 35 años detrás de la línea de cal, Russo logró lo que muy pocos lograron: ser campeón y una referencia ganadora para varios clubes. Como jugador de Estudiantes integró dos grandes equipos: el de Carlos Salvador Bilardo que ganó el Metropolitano de 1982, y el de Eduardo Luján Manera que de inmediato se alzó con el Nacional de 1983. Como técnico, codirigió con Manera aquel equipazo que arrasó el Nacional B 1994/95, y devolvió al Pincha a Primera tras el descenso de la temporada anterior. En Lanús, pasó por todas las sensaciones: en su experiencia inicial como entrenador, ganó el ascenso a Primera en 1990, descendió en 1991 y volvió a la A en 1992.

A Rosario Central lo dirigió cinco veces y lo aman como un "canaya" más, porque en 2013 también ganó el ascenso para regresar a Primera, estuvo al frente en el último título que ganó (la Copa de la Liga 2023) y nunca perdió un clásico con Newell's. Con Vélez, consiguió el Clausura 2005 y a Boca le hizo ganar su última Copa Libertadores en 2007, con Juan Román Riquelme como figura excluyente. Desde aquel debut de 1989 en Lanús hasta el último partido de su tercer ciclo a cargo de Boca, el 2-2 ante Central Córdoba en la Bombonera del 21 de septiembre pasado, Russo dirigió 1275 partidos con 510 triunfos, 310 empates, 394 derrotas y una alta eficacia del 49,7 por ciento. Con el agregado que condujo a tres equipos grandes: San Lorenzo (2008/2009 y 2024/2025), Racing (2010) y Boca (2007, 2020/21 y 2025). Nota aquí.



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Julio Rey


 

miércoles, octubre 08, 2025

Whisky Caravan

 

Bar La Tayuela

 Cafetines de Buenos Aires: el secreto de la barra dentada, la cafetera decorada con un águila y los sándwiches de pan árabe

En Rodríguez Peña y Bartolomé Mitre se alza el bar La Tayuela, uno de los pocos exponentes de los boliches de barra que aún sobreviven. Un rincón simple, cercano a edificios exquisitos, donde el plato fuerte es el sánguche y el precio del dólar

Una aseveración recurrente afirma que para descubrir el patrimonio arquitectónico de Buenos Aires hay que mirar hacia arriba. Viene a cuento de la casi totalidad de plantas bajas de edificios construidos hasta mediados del siglo XX que sufrieron cuestionables transformaciones con objetivos comerciales o adecuación de usos. En el centro porteño, además, se agrega la escasa distancia o perspectiva para disfrutar de remates y cúpulas que coronan inmuebles ubicados en el estrecho dibujo delineado —con el perdón al arte y técnica del diseño— por Juan de Garay.

Pese a nuestro demoledor afán autodestructivo, todavía persisten raras excepciones. Una gran cantidad, en San Nicolás. En particular, en el subbarrio popularmente conocido como “Congreso”. Por ejemplo, a poco de dejar atrás la Plaza desde la Avenida Rivadavia, en las direcciones 80 y 90 de Rodríguez Peña, se lucen completos dos extraordinarios petits hôtels. El primero es la actual sede del Instituto Patria. Y, a continuación, se levanta un exquisito edificio art nouveau realizado por el arquitecto Augusto Kürzer. Unos pasos más adelante, el recorrido patrimonial se completa en la esquina de Bartolomé Mitre. Este cruce, en su vereda impar, ofrece otras dos gemas. Una construcción de tres plantas que concluye en una hermosa cúpula y, enfrente, otro bonito edificio proyectado por el arquitecto francés Gastón Mallet, el mismo profesional que diseñó y construyó el Centro Naval de la Avenida Córdoba y Florida.

¿Acaso vengo a ofrecerles una reseña arquitectónica de San Nicolás? La respuesta es negativa. ¿Y entonces qué tiene que ver la introducción con los cafetines? Pues lo que vengo a señalar es que es verdad que al no alzar la vista se reduce la cantidad de referentes y homogeniza y achata el conocimiento. Pero cuidado. Todos los extremos son perniciosos. Porque al agudizar esa conducta también se incrementa la posibilidad de perderse la observación de tesoros de llanura. Por lo tanto, a ejercitar las cervicales, pero sobre todo la mirada, para ampliar la capacidad de absorber en cualquier paseo todo el repertorio que Buenos Aires ofrece.

En la esquina en cuestión, Rodríguez Peña y Bartolomé Mitre, en el ángulo noroeste, existe un edificio moderno, impersonal, sin firma de autor, que no invita a la contemplación. Con un barsucho de carpinterías pintadas de naranja —más unas pocas mesas que funcionan como atrapa clientes— en su planta baja que ahuyentará a porteños desprevenidos. Atención, porque en esa esquina caótica y ruidosa de Buenos Aires, a metros de Callao, entre maniquíes que me guiñan, semáforos que dan tres luces celestes y el naranja del barsucho de la esquina que me invitó al paso, recordé al poeta Horacio Ferrer salir de su casa, como siempre, para largarse a canturrear: “Cuando de repente, de atrás de un árbol, me aparezco yo”, siendo ese yo el bar La Tayuela, una “mezcla rara de penúltimo linyera y primer polizón en el viaje a Venus”. Nota aquí.








Salvador Amor

 


Muerdo & Lola Parda

 

El Kanka


 

Nach

 Nach, rapero: “En la izquierda también hay gente muy intolerante”

Tras un parón de siete años, publica ‘Destino’, vuelve a los escenarios y reflexiona sobre la industria musical, el rap actual o su adolescencia: “Ver morir a mi hermana con parálisis cerebral me hizo un hombre muy existencial”

Cosas del destino, Nach (Albacete, 51 años) cumple años el día de esta entrevista, el pasado 1 de octubre. Y tiene mucho que celebrar. Porque coincide con el lanzamiento de su álbum, tras una época alejado de todo (y de todos). Ahora vuelve el Nach de siempre. El de la poesía emocional. Uno los mejores de la historia del rap en español, según la revista Rolling Stone. Pero también un Nach renovado. “He trabajado para sentirme bien física y mentalmente. Antes fumaba mucho, llegué a pesar 104 kilos... Ahora como sano, cuido el diálogo interno con mi cabeza y si me fumo un cigarro me da taquicardia”, dice mientras se saca del bolsillo un dispositivo de tabaco calentado. ¡Pillado! “Vale, sigo fumando, pero esto no cuenta”, admite con una sonrisa, pocos días antes de empezar una de las giras más emocionante de su carrera.

P. Siete años sin sacar nuevas canciones. ¿Qué ha pasado?

R. Dejé de estar en paz con la sociedad. Veía que era muy materialista, que la gente estaba muy preocupada por la apariencia, por el dinero y por el que dirán. Tenía un conflicto entre lo que yo era y lo que veía que era el mundo y me cargue de energía negativa.

P. ¿Ansiedad social?

R. Sí, la sufrí. Me encerraba. Prefería estar en casa solo conmigo mismo. No mirar noticias ni lo que pasaba en el exterior. Esa soledad en la que nadie te está juzgando ni mirando. Pero el aislamiento no me vino bien. Fue demasiado tiempo.

P. “Fantasmas diciendo que no eres el mismo, deja de rapear”, canta en Destino, la canción que da nombre al disco. ¿Se planteó no volver?

R. Sí, en los años de la pandemia, hubo un boom de la música urbana y no sabía si quería seguir ni hasta qué punto quería formar parte de la rueda de las redes sociales, del filtro, de la promoción constante... Pensaba que quizás una retirada a tiempo era mejor. Pero llegué a la conclusión de que quería seguir escribiendo canciones porque, para mí, es una relación muy íntima. Nota aquí.




Rozalén


 

Natalia Lafourcade

Félix Maraña

 Escribí en su día una espinela de saludo a Marian Salgado , quien vive en plena Naturaleza, en la sierra de Madrid:

Marian Salgado: me dices
que estás en pueblo pequeño
y que empeñas todo empeño
en ser feliz, sin matices.
Y en tu afirmación predices
que en tu refugio abulense
vives en paz, nadie piense
que lo dices por decir.
Que vivir sólo es vivir
y no ejercicio circense.
Si yo tuviera esa huerta
y esos claveles tan cerca,
no habría cancela ni cerca,
tampoco pondría puerta.
Quedase la finca abierta
para contagiar al mundo
de ese color tan rotundo
que desprende la figura.
Que decida la hermosura
por tanto instante fecundo.
Here aquí que Virtudes Cabrera, su amiga y vecina, pidió discretamente una décima y se la envié:
Puedes, Virtudes Cabrera,
entrar en este jardín
que desde principio a fin
contigo no es lo que era.
En las calles, en su acera,
abundan las clavelinas
con sus luces parafinas,
sus atrevidos colores,
que entre virtudes y olor.es
perfuman las cuatro esquinas



Diego Ojeda


 

Carlos Salem

 

Ángel Petisme

 EN EL ADIÓS A PABLO GUERRERO

Uno de los primeros conciertos de adolescente que recuerdo es en el Jardín de Invierno de Zaragoza -en eahora Parque José Antonio Labordeta- escuchando a Pablo Guerrero, acompañado por la guitarra de Nacho Sáenz de Tejada. Quizás 1976 o 77 cuando yo comenzaba a componer mis primeros ripios a la guitarra. Me impactó su aliento poético, su voz evocadora y aquellas canciones sociales, sí, pero íntimas y muy personales.
Luego en los noventa nos conocimos en Madrid y compartimos libros, escenarios y poemas. Siempre cariñoso, tímido pero abierto y generoso. La última vez que cantamos fue en Orihuela (Alicante) en 2017 en un concierto a favor de Médicos sin Fronteras con Martirio, Raúl Rodríguez, Marina Rossell, Cristina Narea, Marcela Ferrari y él con su fiel Luis Mendo a la guitarra.
Cuando busco fotos en el ordenador no las encuentro pero con Pablo han aparecido un par a la primera. Y ya está. Una de 1996 o 97 en Zaragoza en un mitín concierto acompañando a Labordeta que se presentaba por primera vez al Congreso como diputado y ahí estábamos Paco Ibañez, Imanol, Xavier Ribalta, Pablo Guerrero, servidor, a mi derecha Josu García y los Ixo Rai! que estarían con el mondongo y no caben en la foto. La otra foto es de hace 4 años en el camerino del Auditori Barradas en un Festival de Cançó BARNASANTS, poco antes de confinarnos la pandemia. Yo le regalé "La camisa de Machado", recién publicada, que Pablo muestra al objetivo. Su legado es bello e imborrable como el recuerdo de su persona y amistad.
Cierro con un poema que he recordado le escribí en 1996 en un viejo libro que me publicó Jesús Munárriz en Hiperion.
EDAD DE LA SOSPECHA
A Pablo Guerrero, territorio entrañable
Cada atropello perdura más en mí,
en cada esquina me cito con un muerto.
El hielo de unos labios javaneses
acuchilló la rosa del ensueño,
el cielo de unos ojos ya quemados
se veló como las fotos del verano.
Cada palabra me traiciona más,
en cada verso me encuentro con un muerto.
Y al desnudarme,
solo en mi apartamento,
por las esquinas de mi cuerpo veo
-en su amargo abandono
sitiada la inocencia,
rendidos los perfumes y la memoria del amor-
cómo las nubes del Olvido
se han detenido ya sobre el salobre
Vertedero del Tiempo.
De “Constelaciones al abrir la nevera” Ediciones Hiperión, 1996