YO,
que rimo en asonancia con la vida.
Que declamo en los suburbios del silencio.
Que blasfemo ante académicos dioses.
Yo que escribo sin latencia.
Con el aire enrarecido de las madrugadas.
Con epitafios poéticos y metáforas baldías.
Yo,
que me acompaño en el sentimiento cuando muere la tarde.
Y tejo madejas de inocente ternura.
Habito en las paredes como sombra impregnada.
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