jueves, noviembre 16, 2023

Antonio Benaiges

 El pueblo que negó al maestro que prometió el mar

Una asociación de Bañuelos de Bureba (Burgos) recupera la memoria de Antonio Benaiges, profesor fusilado por el franquismo.

Las burras también tienen memoria, le explicó el maestro a José, porque el rucio se vengó de que el niño le pinchara con la aguja de un gramófono. A Paula y “a la Felipa” se les “cascó” el dulce que le trajo su padre de Briviesca y les dio mucha risa. Florentina una vez vio un tren y calculó que sería de largo “como desde aquí a la fuente”. Baldomero presumía de haber asado 20 patatas, aprovechado 16 y agasajado con dos al maestro, a quien le gustaban “muy calientes”, mientras este trabajaba en la imprenta. Estas aventuras y aprendizajes infantiles se publicaron en la artesanal revista escolar de Bañuelos de Bureba (Burgos), coordinada por el maestro catalán republicano Antonio Benaiges. Tales andanzas aparecieron en el número de enero de 1936. Faltaban siete meses para que Benaiges fuese apaleado, exhibido por el pueblo y fusilado en el páramo. Lo condenaron sus modernos métodos de enseñanza y lo ajusticiaron los franquistas.

El cuerpo del docente nunca apareció pero su legado educativo vive tras décadas de olvido y miedo. El frío azota las mudas calles de Bañuelos, se cuela por los goznes de las ventanas y atraviesa el agujero de una gruesa llave de hierro en la cerradura de una vieja vivienda abandonada, como invitando a que alguien la ocupe. Al final de la calle Mayor emerge una casona de piedra con una placa blanca de letras azules. “Escuela pública”, reza el edificio donde vivió y educó Benaiges dos cursos tras llegar allí en 1934. Los muros de piedra y el portón centenario preceden a una sala presidida por una gran reproducción de una foto de la época: 16 niños, algunos sentados y otros de pie, miran a cámara. Hay tantos críos como vecinos quedan hoy en Bañuelos. Unos llevan largos leotardos, las niñas lucen abrigos de anchas solapas y el contraste de alturas evidencia las distintas edades de aquella aula rural. Detrás, alto, solemne, el profesor que les prometió ver el mar en su Montroig natal, en Tarragona. Los alzados lo impidieron. Su sustituta, una profesora falangista. Nota aquí.



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