domingo, mayo 12, 2024

Bar 8 esquinas

 El bar de 8 esquinas que frecuentaban Pappo y Pugliese y que inspiró un tango: venden las mejores salchichas alemanas y nació hace 85 años

Inmigrantes españoles le dieron la impronta que en principio comenzó como un café. Por sus puertas pasaron tangueros que elegían siempre la misma mesa y otros indiscutibles de la música como Pappo. Por qué la cocina alemana y qué esconden sus rincones, llenos de obsequios de vecinos.

El bar “8 esquinas” se encuentra enclavado en la “triple frontera” entre los barrios porteños de Chacarita, Villa Ortúzar y Colegiales, más precisamente en Avenida Forest 1186. Allí confluyen, además de Forest, las avenidas Álvarez Thomas y Elcano y un poco más escondida la calle Virrey Arredondo. Abrió por primera vez sus puertas en 1939, cuando era “otro mundo”. “La plaza de enfrente antes era un galpón del tranvía. En esa época estaban más expuestas las 8 esquinas, ahora hay que saber encontrarlas”, dice Miguel Bálsamo, el actual dueño del bar.

En sus épocas de oro, el bar era frecuentado por tangueros como Homero Manzi, Julián Centella y Osvaldo Pugliese, que tenía una mesa predilecta junto a la ventana. También pasaron por allí Norberto “Pappo” Napolitano, el “Conejo” Tarantini, y Hugo “El Loco” Gatti, que sigue siendo habitué.

En 2011 fue reconocido como bar notable, y hoy en día es uno de los pocos de la zona que cuenta con esa distinción.

La historia de un bar que este año cumplirá 85 años

Los registros que Miguel fue encontrando dan cuenta de que el bar fue fundado el 31 de octubre de 1939. “Este año el bar cumplirá 85 años, que no es poco”, destaca. Para ese entonces, la avenida Forest era de empedrado y por allí pasaban las líneas 88, 94, 95 y 96 del tranvía.

El primer dueño se llamaba Segundo Cordo y era un inmigrante español que lo puso a funcionar como una confitería donde se servía café y alguna que otra cosa de panadería. En esa época, el bar tenía un reservado para las mujeres que estaba separado por un biombo y que se encontraba en la parte trasera del salón.

Con el tiempo Cordo se asoció con otro inmigrante español de apellido Rojo que en la década del ´60 le dio al bar la impronta alemana que prevalece hasta el día de hoy. En esa época, el bar era más conocido como “el bar del Rojo” que por su verdadero nombre. “En esos años, los bares alemanes eran lugares buscados por la cerveza tirada, su buena fiambrería y las salchichas con chucrut”, apunta Miguel en diálogo con El Destape.

Cuando Rojo falleció, el bodegón pasó a estar en manos de otro socio español hasta noviembre de 2005, cuando Miguel compró el fondo de comercio. Nota aquí.






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