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𝐌𝐮𝐞𝐫𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐌𝐚𝐝𝐫𝐢𝐝: 𝐮𝐧 𝐜𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐚 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚, 𝐥𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚 𝐲 𝐥𝐚 𝐝𝐢𝐠𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝
Anoche, Madrid vibró con la fuerza de la palabra y el ritmo de la conciencia. En plena Plaza de España, dentro de las fiestas de la Hispanidad, Paskual Cantero —Muerdo cerró su gira Sinvergüenza con un concierto inolvidable.
Entre acordes y versos, hubo sitio para la denuncia y la reflexión: el genocidio en Palestina, los migrantes que mueren en el Estrecho, los obreros que pierden la vida en edificios siniestrados de la capital, y la gentrificación que convierte hogares en Starbucks Coffee. Su voz fue espejo de un mundo herido, pero también faro de esperanza.
Recordó, junto a la sabiduría de la Abuela Margarita, que el canto es la herramienta más poderosa para sacar lo mejor del espíritu humano. Y anoche lo demostró con creces.
El sonido fue impecable, la banda impresionante, y el público —diverso y entregado— vivió una comunión mágica bajo el cielo madrileño. A los pies del gigante hotelero, Muerdo ofreció lo mejor de sí: la poesía hecha carne, la música hecha puente.
Trajo consigo los ecos de Colombia, Puerto Rico, México, Cuba y toda Latinoamérica, un auténtico desfile de culturas y mestizaje, un canto al arraigo popular y a la hermandad entre los pueblos.
Porque si algo quedó claro anoche es que esa “hispanidad” mal entendida no tiene razón de ser. Si hubiese algo que celebrar, sería el discurso de este cantor, más cercano a la murcialidad que a la marcialidad de desfiles patrióticos donde la identidad de los pueblos se diluye en el chauvinismo.
El jaguar murciano, Paskual Cantero, rugió por la vida, por la justicia y por la belleza. Cantó para su gente, con su gente, esa que le quiere, que le sigue y que comparte la certeza de que la música —su música— es el vehículo más noble para que la humanidad aprenda a entenderse y a amarse.
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