jueves, diciembre 18, 2025

Maggie Cullen & Ivonne Guzmán

 

Revolver


 

Diego Manrique

 Jorge, Robe y la autopista al infierno

La necesidad de dinero tras el hundimiento del negocio discográfico y las demandas del ego explican la creciente longevidad de la vida laboral de los artistas

He seguido con fascinación el eco de los fallecimientos consecutivos de Jorge Martínez y Robe Iniesta. Por esta vez, no podemos quejarnos de que “nuestros muertos” hayan pasado desapercibidos: los medios se han volcado, aunque en algunos casos puede que no hayan entendido demasiado sobre su evolución artística (o la falta de evolución, algo especialmente trágico en el caso de Jorge, formidable artista encerrado por su propio mito de Bárbaro del Norte con Guitarra Fender).

En las redes, sin embargo, se han colado otras valoraciones. Algunos malajes sugieren que ellos se lo han buscado, que aceleraron su final por seguir la ruta del rock: reducen esa vía profesional a la caricatura de bacanales ininterrumpidas de alcohol, drogas ilegales y sexo sin protección. Resiste el poder de las leyendas, la inmovilidad de los tópicos, el rencor hacia los audaces. De fondo, susurran que dedicarse al rock y músicas adyacentes es una opción peligrosa.

Enseguida te sacan el comodín del Club de los 27: las desapariciones de Janis Joplin, Jimi Hendrix, Kurt Cobain, Jim Morrison, Brian Jones o Amy Winehouse a esa edad. Una teoría que intentan reforzar con la incorporación al elenco del bluesman Robert Johnson, de cuya muerte no se sabe nada y que ciertamente tenía una ruta laboral muy diferente. Son coincidencias muy llamativas pero estadísticamente banales, que se explican por una concatenación de circunstancias: ascenso rápido a la fama, fácil acceso a sustancias recreativas, relativa ausencia de redes de protección.

Actualmente, los músicos son muy conscientes de los riesgos gremiales. Sus managers, quiero pensar, también cuidan más de los artistas. Y el negocio toma precauciones. A ciertos niveles, por insistencia de las aseguradoras, se exigen chequeos médicos antes de una gira extensa. Keith Richards, no ciertamente el testigo más fiable, presumía que incluso llegó a recorrer Estados Unidos acompañado por unos agentes del FBI, que se aseguraban de que el material que consumía fuera de calidad. Difícil de creer pero sabemos que las tournées de The Rolling Stones movilizan cantidades millonarias.

Un estudio australiano de 2015 aseguraba que dedicarse a la música rock podía suponer una merma de 25 años, en comparación con la duración media de vidas más sedentarias y reguladas. Para algunos, puede resultar un consuelo saber que hay mayor riesgo de suicidios, muertes accidentales y homicidios en el hip-hop, tan marcado por las pandillas y las armas de fuego: recuerden los paralelismos entre las desapariciones de Notorious B.I.G. y Tupac Shakur.

Tengo mis dudas. La metodología del estudio parte de una base de datos extensa pero limitada a decesos llamativos, recogidos en los medios. Tampoco toma en cuenta los contrastes de estilos de vida entre tribus, que explicaría que la modesta ratio de suicidas en el blues se multiplique por ocho en la del universo del infinitamente más nutrido heavy metal.

La duración de las carreras de los artistas responde a las peculiaridades de cada género: el jazz, el folk, el blues toleran mejor la prolongación de la actividad, mientras que aún no tenemos clara la trayectoria de los practicantes de expresiones más recientes, como la música electrónica. ¿Y dónde encontrar los equivalentes de un Willie Nelson? Con 92 años, el tejano sigue grabando y actuando. Hasta Bob Dylan, mero octogenario, le mira con envidia. Nota aquí.




Rosalía

 

Leo García


 

Ramón Serrano

 CON RODOLFO

Tocayo de apellido y de recuerdos
consumidos juntos en la distancia
en la memoria que arde como el fuego
esta tarde viene triste como el vino
beber la misma copa del misterio
ayer las viejas calles del sahumerio
caminos empedrados de ilusiones
antiguas musicas hoy desesperadas
negra está la noche de luna nueva
ruta de elefantes al cementerio
¡Ay que vienen las sombras
pájaros negros !
¡Ay que viene la parca con su vuelo!
en el zaguán del cielo ángeles nos esperan
juntos por las estrellas
¡Qué consuelo!



Edgar Oceransky

 

Ferrán Exceso & Dani Tejedor


 

Juanlu Mora


 

La Poesía es un Hogar lleno de Amigas

 Andrea nos cuenta por Facebook.

Gente amiga, este VIERNES 19 de DICIEMBRE tenemos una cita en La Imprenta. Será 1 hora de hogar y poemas, poemas y amistad, calor y lectura. Llevaremos poemas propios y no propios que haremos propios y vuestros con nuestras voces. Y seremos puntuales, para no quitarle tiempo ni espacio a la poesía. Allí os esperamos, con ganas y cariño.
Besos, muchos.



Tute


 

miércoles, diciembre 17, 2025

Depedro & Vetusta Morla

Ángel Soria

 Los seis pasos del barista que prepara el capuchino más espumoso de Buenos Aires: “Podrán imitarme, pero igualarme jamás”

Le Caravelle es un café fundado por italianos en el Microcentro hace más de sesenta años. Ángel trabaja allí desde 1990 y su especialidad llegó a las redes y a la televisión.

Ángel Soria llegó en 1990 a este pedacito de Microcentro al que vuelve todos los días, excepto los domingos, que le toca descansar. Llegó porque lo trajo su hermano, que había venido de Tucumán antes que él, y que lo introdujo en el mundo al que los dos todavía pertenecen: el de la gastronomía.

Ángel tenía 22 años, una esposa y dos hijos en su pago cuando decidió decirle a su padre que abandonaba el destino rural como patrón del campo que tenían, y a esa esposa y esos hijos que esperaran por él. Que iba a empezar la vida de los cuatro en la gran ciudad. Tardaría algunos años en mandar la plata para que se instalaran todos en Nueva Pompeya, donde todavía vive con su esposa.

Empezó a trabajar ese mismo año, hace treinta y cinco, en Le Caravelle, uno de los bares notables que tiene la ciudad de Buenos Aires, y el que sirve un capuchino alla italiana con una espuma que puede durar hasta veinte minutos cremosa y radiante, elevada unos tres o cuatro centímetros por sobre el borde de la taza. Aunque casi todos en el café saben cómo se prepara la especialidad de la casa, Ángel es el que ostenta el título de rey en su comarca de Lavalle y Maipú.

Los años dorados de la peatonal Lavalle

Le Caravelle se llama así porque la familia italiana que fundó el local en 1962 había llegado a la Argentina en barco. El logo del café tiene, como la historia de la colonización de América, tres carabelas. Están impresas en las tazas y en las servilletas de este rinconcito por el que pasa muchísima menos gente que cuando el Microcentro porteño era otra cosa. Una cosa más viva y más pudiente.

Como Le Caravelle es un “Caffe alla italiana”, el capuchino con canela y cacao es la propuesta más emblemática de una casa en la que las medialunas de jamón y queso y los tostados, además del café negro chiquito, están entre lo más pedido. El local tiene dos barras, una para la cafetería en sí misma y otra para la sandwichería.

Tiene, sobre todo, habitués de los que toman dos, tres o hasta cuatro cafés por día. Siempre del mismo tamaño, siempre igual de azúcar, edulcorante o nada. Siempre a la misma hora, siempre para hablar con los parroquianos y con los mozos de los mismos temas. Lo que se dice un verdadero hábito.

“Yo agarré algo de lo mejor de Buenos Aires”, dice Ángel sobre sus primeros años detrás de estos mostradores de madera y rodeado de fotos de calles y plazas emblemáticas de Roma. Cuando empezó a trabajar en el café, había 22 cines sobre Lavalle, la primera calle peatonal del Microcentro. “Ahora queda sólo el Monumental, antes de llegar a Esmeralda. En esa época, cuando había trasnoche de viernes era directamente imposible entrar acá. Llegamos a vender 5.000 cafés por día. Hoy andamos entre los 200 y 300”, ilustra Ángel. Esa curva cuenta qué pasó con el centro porteño y con la economía a lo largo de los años.

Los clientes de siempre y “los de las redes”

Cuando Ángel llegó de Tucumán a Lavalle y Maipú, el capuchino ya era un clásico en Le Caravelle. Pero algo pasó la primera vez que alguien subió un video de Soria en plena preparación de su clásico y lo subió a redes sociales, hace algo más de dos años. “Antes de que se viera en redes, tal vez preparábamos uno o dos capuchinos por día. Ahora podemos llegar a los treinta en una jornada”, cuenta. Nota aquí.







Álvaro Fraile


 

Pedro Guerra & Jorge Drexler

 

Víctor Manuel

 “El capital tiene que rectificar, nunca pensé que fueran a ser tan voraces”

El cantante y compositor asturiano recuerda sus tiempos de militancia comunista y opina sobre la música actual con motivo del lanzamiento de su nuevo disco

Es muy fácil charlar con Víctor Manuel (Mieres, 78 años): le entra a todo sin drama, con humor, y genera una gran cercanía (como comparte orígenes con el entrevistador, se permite los dejes asturianos). Recibe en sus oficinas al norte de Madrid con motivo de su nuevo disco, Solo a solas conmigo, y habla de la música, de la vida y, claro, de la política.

Pregunta. A usted le preguntan más de política que de música.

Respuesta. A veces es pesado, pero es mi sino. Y no me importa tanto: tengo opinión… Pero también me gusta hablar de mi trabajo.

P. Pues tiene nuevo disco.

R. Sí. Yo canto porque escribo canciones, si no, no sería cantante.

P. Tengo un amigo que imita muy bien a Sabina… y a Víctor Manuel.

R. Yo encontré la manera de cantar por un cantante asturiano, El presi [alias de José González]. Tenía una cosa bronca y tierna a la vez que me inspiró mucho.

P. ¿La inspiración le coge trabajando?

R. Sí, si me pusiera a componer cada dos meses me saldrían canciones. O quizás cada uno tiene dentro las canciones contadas y hay que tratar de que no se agote el pozo. Me esfuerzo en meterme por sitios nuevos: hay un reggae, una canción de inspiración barroca o una con mucha electrónica.

P. Ah, es esa que habla de Gaza.

R. Sí, hay noticias que me disparan ideas. Vi a unos soldados israelíes haciéndose selfis delante de las ruinas de Gaza, una cosa brutal. Así que compuse una canción sobre la deshumanización.

P. Es difícil contar una historia o definir un personaje en el tiempo que dura una canción.

R. Sí, aunque a veces se consigue. O trazas los rasgos del personaje para que la gente lo complete. Este disco lo cierra el Romance de Aris: la historia de un guerrillero que se fuga al monte y entonces su mujer se queda embarazada. Así que se deja ver de nuevo por la ciudad, arriesgando la vida, como para decir: el padre soy yo. Pero si la gente no pone de su parte puede no entenderse, como pasaba en Solo pienso en ti.

P. Ahora se hacen documentales sobre sus canciones. Hay uno sobre Solo pienso en ti y hay otro sobre Asturias. Curioso género.

R. Son canciones que han dejado marca. La huella de Asturias ha ido creciendo sola, es bonito cuando casi se pierde el rastro y nadie se acuerda de que es una canción mía porque es de la gente, en las manifestaciones o en las fiestas de prau. Nota aquí.



Pancho Varona


 

Ana Belén

 

Rodolfo Serrano

 Pombo en el recuerdo

Era un tipo de esos inolvidables.
Tenía ya sus años.
Y vivía
en el sueño perdido de otro tiempo
en que el mundo
y su cuerpo eran muy jóvenes.
El vasito de vino —o los vasitos—
al filo de la tarde,
la cuadrilla
de amigos en el Rastro,
un cantecito
cuando la luz dormía en la taberna.
Tuvo días de glorias y de amores.
Nos decía que era demasiado
guapo para ser hombre.
Y que hubo un tiempo,
brillante,
en el que puso
su corazón en almoneda.
Conoció lo peor y lo más grande
de la noche,
el flamenco y la canalla.
Siempre sobrevivió a las despedidas,
despreció, con dolor
y a pie, a la muerte
cuando abrazaba, fría, a sus amigos.
Miraba a las muchachas
y en sus ojos
podía adivinarse la lejana
pasión por una piel,
casi olvidada,
añoranza de amores en la niebla,
un chispazo de luz,
ya nada apenas.
Aún vive en las tabernas,
en el alma
de golfos y poetas, en las noches
de cante y soledad,
cuando su risa,
ahogada por los años de tabacos,
se pierde por las calles
y me abraza
en la feliz nostalgia de otros días.
Foto de Raul Cancio.



Andrés Suárez


 

Ede

 

Joaquín Sabina

 Esta es la famosa carta que Joaquín le envió a Fito cuando terminaron de grabar Enemigos Íntimos.

QUERIDO RODOLFO PÁEZ:
En horas inoportunas me han ido llegando algunas noticias que se las traen. Y, como vuelan y caen sobre terreno abonado, voy, señores del jurado, a contestar enseguida. Para vendarme la herida cortando con el pasado. Sabes bien que no intervine, por respeto, en tu rodaje. No quise hacerte chantaje, ni soy crítico de cine. Cuando me llamaste vine a filmar en aquel cuarto como un actor de reparto. Pero ha llegado el momento de decirte que lamento estar harto de estar harto. Ya es hora de terminar esta historia interminable, sin víctimas ni culpables; pongamos punto y final, y, volvamos, cada cual, como gatos escaldados a ordenar nuestro tejado; concluyendo esta liga, si no queremos que siga lloviendo sobre mojado. Te lo digo porque creo que urge cortar por lo sano con la gira del verano y el quilombo del video.
El rol del patito feo no me va, te lo aseguro y menos el de hombre duro que a ti te cuesta tan poco antes de volvernos locos corrijamos el futuro. He decidido que paso la página de este enredo perdiéndole miedo al miedo. La gota que colma el vaso no me la trago; hazme caso y volvamos a lo nuestro, cortemos este ambidiestro nudo Gordiano de un tajo; no soy tan tonto, carajo, ni tu tan listo, maestro. Te lo he dicho muchas veces y no has querido escucharme, sin pretender humillarme me has humillado con creces; a ti siempre te parece que mis quejas son por vicio, que maltrato nuestro oficio siendo tal y como soy.
Déjame sacarte hoy por última vez de quicio. Basta de mirar atrás, me voy con las emociones que traen mis nuevas canciones; ¿discusiones? ni una más. Tu Warner no ha de lograr domesticar mi camino, ni compartirá mi vino gente que yo no decida. Quien no se planta en la vida no es dueño de su destino. Aunque sea por una vez tendrás que tomarme en serio, no me hables de Ministerios, presupuestos, BMG's, no me vuelvas del revés la decisión que he tomado, que, por cierto, me ha costado, sangre, lágrimas, sudor. Conocerte fue un honor, seguir juntos un pecado. Lo más difícil ahí queda: catorce hermosas canciones, clip, reseñas, promociones, mi voz de lija y tu seda; con que sálvese quien pueda, antes de que otras rencillas conviertan en pesadillas los sueños de la razón. También se decir que no si me buscan las cosquillas.
No filmaré más vídeos ni discutiré contigo, seguiré siendo tu amigo sin urgencias ni careos. De corazón te deseo que lo entiendas noblemente y le expliques a tu gente que éste es un final feliz. No puedo seguir así, con la pluma entre los dientes. Tengo que empezar de nuevo, para escapar del abismo, a decidir por mí mismo sin contar con nadie; debo atreverme, si me atrevo, a demostrar lo que digo, sin presiones ni testigos, con aire nuevo en las pilas, y la conciencia tranquila de éste, tu íntimo enemigo.



Zambayonny


 

72 Kilos


 

martes, diciembre 16, 2025

Leiva & Robe

 

Los Principios

 “La gente se emociona cuando entra”. El bodegón de más de 100 años que volvió a abrir sus puertas en Areco

Una esquina que fue almacén, bar y refugio vuelve a abrir sus puertas. Con más de un siglo de historias, recupera su mística entre fotos viejas, vecinos emocionados y una propuesta sencilla de comidas de campo

Este mostrador de madera guarda cicatrices. Vasos apoyados en noches largas, la marca de cuchillas que cortaron salamines, papeles de diario que alguna vez protegieron la barra. La tarde en que Francisco Barbé empujó la puerta como dueño por primera vez, el aire lo devolvió a su adolescencia: el olor a fiambre recién cortado, a madera húmeda, a botellas que sonaban apenas. Recordó la coreografía de siempre: “Beco” cortando mortadela y salamín, él y su primo cruzando a la panadería de enfrente por el pan, la picada improvisada antes de volver a casa. Más atrás todavía, la rutina de los caramelos del frasco y las horas de juego en una mesa del fondo. Ahora, a sus 36, con esa memoria en la piel, Francisco reabrió Los Principios. Otra vez. Porque si hay un lugar en San Antonio de Areco que sabe de finales que no son finales, es éste.

El primer fin de semana de la reapertura, en el inicio de esta primavera, fue un rito compartido. Gente del pueblo llegando con fotos viejas en la mano —cumpleaños, guitarreadas, madrugadas— para señalarse en el pasado y reconocerse en el presente. “Muchos vinieron con imágenes de hace veinte años, como diciendo: acá estábamos y acá volvimos”, cuenta Francisco. En un momento, en plena celebración, un cantor detuvo la música y dijo lo que todos pensaban: “Qué alegría que alguien de Areco lo tenga. Mirá si lo agarraba un gil, lo pintaba de verde y le ponía luces de neón”. Hubo risas, un aplauso largo, esa manera tan propia de agradecer sin solemnidad. Todos entendieron que esto se trataba de recuperar un punto de encuentro.

La esquina de Mitre y Moreno lleva más de un siglo organizando vida a su alrededor. Los Principios nació en 1918 como almacén de ramos generales de los hermanos Antonio y Francisco Fernández y, en 1922, se mudó a esta ochava donde se volvió hábito. Acá se vendían alimentos, herramientas, ropa gaucha y combustibles; por una puerta lateral se despachaban bebidas y —cosas de otra época— las mujeres entraban por otra. Por esta barra pasaron peones y patrones, viajeros y vecinos, y también el paisano Segundo Ramírez, el hombre real que inspiró a Ricardo Güiraldes para Don Segundo Sombra. En una de las paredes aún puede leerse la sentencia que lo explica todo: “Los principios no se negocian”.

Durante décadas, esa ética cotidiana tuvo un guardián: Américo “Beco” Fernández, hijo de uno de los fundadores. Su imagen detrás del mostrador parecía inmortalizada; envolvía la barra con papel de diario para que no se manchara, servía copas sin apuro e imponía reglas sencillas: respeto, calma, palabra cumplida. El cierre del lugar en 2018 y la muerte de Beco en 2019 dejaron esa nostalgia pesada de los sitios que parecen terminarse. Pero en Areco hay costumbres tercas: cuando algo forma parte del tejido, siempre encuentra quién lo vuelva a encender. Nota aquí.







Salvador Amor


 

Sofía Ellar

 

Juanlu Mora


 

Alberto Alcalá


 

Camilú & Nahuel Pennisi

 

Jodie Foster

 “Si a los sesenta no aceptas que envejeces y que te vas a morir, tienes un problema serio”

Mito viviente del cine, la actriz reflexiona sobre la madurez, el acoso mediático, la supervivencia en Hollywood, el narcisismo contemporáneo y la relación de los jóvenes con la tecnología. Ahora estrena ‘Vida privada’, su primer gran papel en francés

Es un cuerpo pequeño que domina la escena sin levantar la voz, una autoridad silenciosa. En un discreto hotel de cinco estrellas escondido en un lateral de los Campos Elíseos, Jodie Foster aparece envuelta en la luz oblicua que se filtra por las persianas e ilumina una habitación pintada en colores terracota y antracita, los tonos convertidos en el nuevo estándar del lujo internacional. Lleva un esmoquin gris perla de corte masculino diseñado por Thom Browne, de esos que parecen trazados con regla; una camisa blanca abotonada hasta el cuello y una corbata ancha y centrada. El corte recto de su melena y su perfil puntiagudo prolongan la geometría del conjunto. Todo en ella sugiere control y rigor, pero también algo más difícil de definir, un insondable misterio.

A la actriz la acompañan su estilista y su publicista de toda la vida, un pequeño clan que la protege desde hace décadas. Se sienta en el sofá y posa, serena y aplicada, para el fotógrafo. Cuando su cámara analógica dispara, con el clic seco y reconocible del obturador, sonríe con esa media mueca tan suya, a medio camino entre la ironía y la melancolía: “Hacía muchos años que no escuchaba ese ruidito”. Sus mocasines dejan entrever unos tobillos pálidos que podrían ser de niña o de anciana. Su rostro muestra los pliegues propios de una mujer de su edad, una rareza en Hollywood. Cumplirá 63 años al día siguiente de la entrevista, pero sigue siendo la misma criatura, extraña y fascinante, que ya era en sus comienzos.

Foster está en París para presentar su nueva película, Vida privada, de la directora Rebecca Zlotowski, que se estrena el viernes que viene en las salas españolas. Interpreta a una psicoanalista estadounidense instalada en la capital francesa que atraviesa una crisis profesional y personal. Tras la sospechosa muerte de una de sus pacientes, emprende una investigación que la obligará a observar su vida con la misma lucidez con la que analiza a los demás. Lo que empieza como un caso policial acaba convirtiéndose en el retrato íntimo de un personaje que, en el último tercio de la existencia, se ve forzado a revisar quién es y qué ha hecho con su tiempo. Su Lilian recuerda por momentos a las heroínas neuróticas de Diane Keaton en las viejas comedias de Woody Allen: mujeres que se ponían a resolver un misterioso asesinato solo porque necesitaban volver a sentir algo. Nota aquí.



Diego Prenolio


 

Milo J

 

David Tagger

 “El disco inicia de mi emocionalidad, de mis sentimientos genuinos”

El concepto de su trabajo musical nació tras unos “conciertitos” íntimos que dio para pacientes de un geriátrico, donde vivía un familiar cercano. “Veía las caras de los pacientes y me iba emocionado”, señala. Por las grabaciones circulan Nito Mestre, Luis Gurevich, Gustavo Santaolalla y Lito Vitale, entre otros. “León significa mucho para mí. Si estás pillo y atento, te enseña solo con verlo. No tiene que decir mucho, hace”, resume sobre el poder motivador de Gieco.

El contexto social y político, dice David Tagger, le pedía “a gritos” un disco como el que acaba de sacar. A juzgar por su nombre, El poder de los olvidados, la exigencia no resulta extraña, claro. Dice el cantautor también que el concepto le bajó tras unos “conciertitos” íntimos que dio para pacientes de un geriátrico de Villa María, donde vivía un familiar cercano. “Veía las caras de los pacientes y me iba emocionado”, evoca. “No podía creer cómo esas personas eran `descartadas` de la sociedad como si fueran cosas. Para colmo, en ese momento estaba ganando un gobierno anti cultura”. Un poco de esas sensaciones proviene el flamante disco, segundo en su cosecha solista. Y otro poco de experiencias aledañas. Entre ellas, la de su familiar que, impedido de poder hablar, expresaba su emoción con lágrimas ante cada canción. O la de un paciente del Borda –también tocó allí- que le dijo que era Paul McCartney y se puso a cantar con él. “Por eso El poder de los Olvidados”, asegura el músico nacido La Boca.

Lo empírico marca que el disco porta once piezas -todas compuestas por Tagger-, y que lo colectivo de su impronta pasa por quienes colaboraron con él en cada tema, a excepción de “Pienso estar acá”. Cuentan entre ellos, Manu Sija (“Pájaro sin destino”), Lula Bertoldi (“Despertar”), Javier Casalla en el tema homónimo, Gustavo Santaolalla y Luis Gurevich (“En busca de los sueños”), y una espontánea triada conformada por Lito Vitale, Nito Mestre y León Gieco, que participa en “Solo con verte”, el tema postrero. “León significa mucho para mí. Si estás pillo y atento, te enseña solo con verlo. No tiene que decir mucho, hace”, resume el cantautor, pintando una figura que no solo coprodujo el disco con él, sino que también atravesó momentos clave de su vida musical, como cuando lo invitó a cantar en la Fiesta FA! “La verdad, esa vez yo tenía miedo que la gente se embolara y dijera ¿quién carajo es este que está con León?, por eso llevé mi remera con ironía “Who the fuck is David Tagger?”, como juego de palabras a la que se hizo Keith sobre Jagger (y mi apellido parecido), y le sugerí hacer “La colina de la vida”. Era un sueño para mí. El la tomó y salió hermosa”.

-¿Cómo resultó la experiencia con Gieco en la producción del disco?

-Creo que León es esa mente musical que está a años luz. De las cosas más importantes que me aportó fue la experiencia de ir a fondo con la búsqueda sonora. Me incentivó a buscar instrumentos diferentes y hasta me propuso buscar una flauta iraquí, un banjo e instrumentos que dan un color distinto. Me obligó a querer superarme. Fue como mi Brian Jones… todo lo que me aportó, sumó.

-También que Santaolalla y Gurevich, dos músicos que orbitan cerca del planeta Gieco, hayan aceptado participar en otra canción. ¿Cómo fue el trabajo con ambos en “En busca de los sueños”?

-Que maestros como Santaolalla y Gurevich estén en esta canción que está inspirada en mi padre, que fue preso político en Paraguay y tuvo que exiliarse en la Argentina, da un peso emocional inimaginable. Con “Guro” hablé mucho por mensaje. Le conté por donde quería ir musicalmente y me cazó al toque. Luego, que Gustavo me haya dicho que sí con la agenda que tiene, es increíble. Ya el disco contaba con emblemas, pero esto era algo que me excedía cualquier sueño. León me mandó un audio todo eufórico diciéndome: `Loco, que Gustavo Santaolalla te haya grabado un ronroco es porque la canción le encantó`.

-¿Por qué decidiste hacerlo tan colaborativo? Excepto “Pienso estar acá” todos son “con otros”.

-Necesitaba compartirlo. Armar comunidad. Las canciones fueron las excusas para encontrarme con el otro y la experiencia fue alucinante. Disfruté muchísimo de todo el proceso. Cada artista fue pensado con un propósito que era dar el mensaje del álbum. Ya no se trataba solo de mí, se trataba de algo muchísimo más importante. No es solo mostrar “mirá quienes están”, sino “mirá por qué están”. Cada artista que participó le aportó vida a cada canción. Es un álbum que está vivo. No son máquinas. Hay amor, hay pasión, hay tristeza, hay errores, hay oscuridad. Hay todo lo que nos pasa cuando vivimos. Nota aquí.





Carla Pugliese Adriá Subotosky


 

Idígoras y Pachi

 


lunes, diciembre 15, 2025

Félix Maraña

 Dos amigos de Navarra

Procedentes de Navarra
Auzmendi y Javi Martín,
han decidido por fin,
juntos los dos, sin guitarra,
asustar a un donostiarra,
dándome una gran sorpresa.
A veces el amor pesa
y cada vez pesa más,
al corazón del compás,
mediante una buena mesa.
Poner la emoción a prueba,
a estas alturas del año,
cambia el mundo de tamaño
y la vida se renueva.
El espíritu se eleva
y uno se siente mejor,
pues la amistad es calor
en estos días de frío.
En este mundo sombrío,
inclinado al desamor.
Iñaki olvidó la gorra
con que abrigar esa mente
y apareció de repente
(esa imagen no se borra,
por más que el tiempo se corra),
dándome una susto de muerte.
Un susto con tanta suerte
que me dio un vuelco la vida.
Este susto no se olvida,
pues la impresión es muy fuerte.



Enrique Bunbury

 

Diego Ojeda