miércoles, noviembre 04, 2009

Francisco Ayala

La lucidez y el pudor.
Me hicieron falta muchas horas de amistad con Francisco Ayala para que la confianza de una conversación casi diaria dejase en segundo plano la emoción histórica de su figura. Para un letraherido como yo, cercano al fetichismo, pasar al tuteo fue más fácil que alcanzar una verdadera naturalidad. A veces le decía -y él me contestaba con una sonrisa paciente- que me impresionaba mucho tomar una copa y comer aceitunas con un hombre de otra época. Leer crónica.

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