jueves, mayo 24, 2012

Joaquín Pérez Azaústre

Por una educación pública
Ahora sólo es posible estar con los maestros. No hay otra manera ni otra dirección. En la calle o en casa, en el grito o la voz. No hay otra distancia, no hay más límite, ni una dimensión más fronteriza con la devastación que el mantenimiento de la educación pública. Si tiene que salvarse algo de este desastre, de toda esta caída hacia la disolución de nuestro sistema de garantías y de servicios públicos, es la educación: porque sólo la formación de una ciudadanía instruida y resuelta, cultivada y amable para una convivencia, podrá reivindicar, más adelante, esas mismas garantías, esos mismos servicios. Una sociedad sin una educación, que sea jaleada a salir a la calle el día del triunfo del equipo de fútbol para enajenarse hasta morir, pero que apenas sea capaz de situar en el mapa de Madrid la Residencia de Estudiantes, por poner un ejemplo, es el mayor ingreso a los mercados, las agencias de riesgo y calificación, porque sin una educación, sin un criterio, el hombre se convierte en una masa maleable. Crónica aquí.

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