viernes, marzo 18, 2016

Pedro Pastor

vergÜEnza

Números van, números vienen,
cifras inertes desde el otro mundo,
encallados en un sueño de mimbre
alzan los dígitos su grito mudo.

Piden paz como quien pide migajas,
rugen sus tripas, rojas, en las cunetas,
a los olvidados números, a los maltratados dígitos
nunca les salen las cuentas.
No saldan los besos, esquiva la brisa,
no encuentran su sitio, no salvan su vida,
los números tienen la risa prohibida,
el amor atado, la sangre suicida.
No tienen los dígitos pistolas ni flores,
no tienen memoria ni tienen presente,
les hemos robado su cosecha antigua,
sembrada la rabia, les teme la gente.
Son números para la bolsa,
son cifras pa' los dirigentes,
son dígitos para las sombras
las que huyen de la muerte.
Son mercancía para el trabajo,
son esclavos para el capital,
son portadores del odio
los desplazados del mal.
Donde vimos números habían manos
tejiendo, cuidando, sonando guitarras;
donde vimos dígitos había oídos
erizados, atentos, pintando palabras;
donde vimos cifras había cifrados,
ocultos mensajes, historia precisa,
había caricia apagada y estaba
pagado el silencio y la ira
pero no habían bocas o, al menos, no hablaban,
si hablaban no llegaba a distinguirse el sonido
del estruendo de pólvora, del olor a miseria
que hemos construido.
O no traspasaba el hormigón de casa
ni en la radio sonaban sus voces de trigo
y nunca entendimos si venían, o iban,
las cifras, desnudas, del mar al olvido
y no entendimos nunca ni quisimos ver
los numerosos ojos, espejos del ser.


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