jueves, abril 14, 2016

Joaquín Carbonell

UN DIPLOMA QUE LLEGA 75 AÑOS DESPUÉS

Superando la aversión que me provoca sumergir a mi familia en esta laguna de peces revueltos, no puedo evitar celebrar varias cosas en una que se llama República. Y padre. Mi padre era un joven maestro de 20 años cuando estalló la guerra civil. Estaba destinado en Molinos, en Teruel. Y como estudiaba topografía en Valencia, fue destinado al frente con el cargo de teniente de complemento. 
Defendió la legalidad, el espíritu republicano y al finalizar la contienda fue represaliado como tantos maestros y maestras y cesado en su calidad de maestro. Con seis hijos que alimentar montó una granja ruinosa, gestionaba las cuentas de algunos labradores y ofrecía clases nocturnas para pastores en el granero de nuestra vivienda. Un porvenir miserable para una conciencia decente. Pasados muchos años, se le permitió enfrentarse a un tribunal que le examinaría de nuevo sobre sus cualidades para el magisterio. Tras meses de estudio y repaso por las noches, ya superados los 50 años, al finalizar las jornadas laborales, logró aprobar y ejercer de nuevo su profesión.
Traigo aquí este ejemplo, no porque mi padre reúna más méritos que otros compañeros, sino por el trasiego inesperado que emprenden nuestras vidas y nuestros destinos. Mi padre, Joaquín Carbonell García, falleció en marzo de 2009, con 94 años de edad. Al cabo de dos años recibí una llamada del departamento de magisterio, para preguntarme desde sus oficinas si conocía a “un tal Joaquín Carbonell García”. Claro, les dije, es mi padre. Mi invitaron a pasarme por sus locales porque tenían que entregarme algo. Un funcionario muy amable me atendió con cierta intriga. Se dirigió a un cuarto y al poco regresó con un sobre:
--Esto debe ser suyo –me dijo mostrándome un diploma--. De su padre, vamos.
Era un diploma. Era el diploma. Era el título de maestro nacional firmado por el presidente del gobierno español Niceto Alcalá Zamora. Un diploma que nunca tuvo en sus manos, que nadie se acordó de enviárselo. Una certificación de que el alumno de magisterio había superado las pruebas y era digno de ejercer ese oficio. Nunca supimos por qué tardó 75 años en llegar a su destino. Él nunca lo vio.



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