Aute
Aute abandona el velo blanco y cenital que le cubre los ojos, que desdibuja el magma sobre el colchón hendido con su fiebre de cuerpo. Luis Eduardo Aute sale del hospital con la boca cansada de pronunciar un largo poema de mutismo, de contemplar su propio cuaderno sin figuras y protagonizar una larga película dibujada por él que ha tenido algo de luz que agoniza, de latido vuelto serenidad y sentido en su lenta armonía. En medio de todo esto, de periodistas que hacen política de Estado y políticos que esgrimen un lodazal de ruido que ni siquiera alcanza a ser prensa amarilla, la noticia es que el creador puro, el hacedor total con su lenguaje vivo parece salir airoso de su infarto, que lo ha tenido al borde del silencio metálico. Nota aquí.
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