sábado, abril 04, 2020

Benjamín Prado

Un genio llamado Luis Eduardo Aute


Él era una gran estrella y yo estudiaba COU en un instituto de Las Rozas. Lo había visto en algunos de sus conciertos y me habían deslumbrado sus letras y también su figura en el escenario, que era pura magia. No parecía entusiasmarle estar allí, había un punto de incomodidad en sus movimientos y en la forma de recibir los aplausos con más timidez que alegría. Y estaba aquella manera suya de hablar, repitiendo con frecuencia la primera palabra de cada frase y a menudo al borde del tartamudeo, lo mismo que si cada una de las letras de lo que decía tuviera dudas sobre todas las demás. Su encanto era irresistible.
Para entonces, ya tenía canciones apabullantes, construidas con la imaginación del poeta, el ojo del pintor y la capacidad narrativa del cineasta e interpretadas con aquella prodigiosa textura musical que tenía en la voz, llena de tonos, matices y sorpresas. Siempre pensé que era un cantante extraordinario, dueño de un fraseo único y capaz de unas modulaciones que te hipnotizaban. Una noche, un par de años después, cuando ya éramos hermanos, le pregunté a Joaquín Sabina qué pensaba de Aute: "Es un genio", me dijo, sin dudarlo un segundo. Me lo ha vuelto a repetir otras muchas veces. Siempre he estado de acuerdo. Nota aquí.

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