domingo, abril 05, 2020

Juan Miguel Morales

ADIÓS, MI QUERIDO AUTE


El primer Aute que conocí, como seguramente la mayoría del público, fue el AUTECANTAUTOR. Su voz —que contra todo pronóstico, y a causa de esos cigarrillos que puede llegar a fumar diariamente, ha ido mejorando con el tiempo—, y sus textos —que jamás han dejado de jugar maravillosamente con lo lúdico y lo profundo a la vez— han hecho un largo y significativo trayecto en la historia de la música pop del Estado español y de Latinoamérica. Pero también en la historia personal de tantos individuos, entre los que, obviamente, me encuentro. Y seguramente esto es lo más importante.
Aute es un cirujano de las emociones, capaz de poner el dedo en la llaga construyendo una canción de tres o cuatro minutos de melodía dulce, que acaricia, pero que, como sin quererlo, te sacude entero.
Él escapa de tópicos y de consignas generacionales. Construye su discurso —o antidiscurso— desde un existencialismo profundo, donde lo blanco y lo negro chocan, pero también se fusionan; porque a estas alturas todos sabemos que todo es mentira, pero que también es verdad...
Para describir en un papel el mundo que expresa Aute, o al propio Aute, tengo que hablar inevitablemente de misticismo y sexo, amor y desamor, lucidez y locura, vida y muerte, sueño y razón... Tengo que decir que él es enemigo de la guerra y su reverso la medalla; que, eterno perdedor en la batalla, sigue a la mar; e implora a su amada, en las noches duras, que le diga que no todo fue naufragar por haber creído que AMAR era el verbo más bello. Incluso a día de hoy lo sigue creyendo. Crónica aquí.


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