Un poema de encierro
A estas alturas
A estas alturas, hoy, y en estas circunstancias
no sé a santo de qué vienen nuevos amores.
La exaltación gloriosa de la carne y la sangre.
El latido rompiendo pecho, arterias y músculos.
no sé a santo de qué vienen nuevos amores.
La exaltación gloriosa de la carne y la sangre.
El latido rompiendo pecho, arterias y músculos.
Esa imposible y loca alegría de los cuerpos,
y la sonrisa tonta y no dormir por las noches
y volver a escribir los poemas más cursis
y morirse de amor y su piel en los dedos.
y la sonrisa tonta y no dormir por las noches
y volver a escribir los poemas más cursis
y morirse de amor y su piel en los dedos.
Pero qué absurdo es éste que nos pilla desnudos,
que nos arrolla todas las defensas del alma.
Qué mortal ansiedad descoloca los besos,
nos remueve los viejos sentimientos dormidos.
que nos arrolla todas las defensas del alma.
Qué mortal ansiedad descoloca los besos,
nos remueve los viejos sentimientos dormidos.
Esta locura íntima y asesina y magnífica,
a santo de qué viene a romper las rutinas,
a que vuelvan de nuevo los insomnios y miedos.
Es una pesadilla sin cura conocida.
a santo de qué viene a romper las rutinas,
a que vuelvan de nuevo los insomnios y miedos.
Es una pesadilla sin cura conocida.
Y por eso, la temo y sin embargo quiero
que me llene gloriosa, y eternamente venga
hasta mi corazón, aunque lo rompa a trozos.
Pero que siempre venga. Y viva yo en su deseo.
que me llene gloriosa, y eternamente venga
hasta mi corazón, aunque lo rompa a trozos.
Pero que siempre venga. Y viva yo en su deseo.
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