jueves, octubre 20, 2022

Luis García Montero

 Lágrimas domadas de Luis García Montero

Hay muchos libros sobre el amor, pero éste no es solo un libro sobre el amor. Hay muchos libros sobre la muerte, pero éste no es solo un libro sobre la muerte. Hay muchos libros sobre la vida, pero éste no es solo un libro sobre la vida. Es un libro sobre todo lo que encierra esa especie que a menudo parece en vías de extinción y a la que llamamos ser humano

“¿Y tú me lo preguntas? Poesía soy yo. Es la verdadera respuesta que ha permanecido latente en la historia de nuestra literatura; lo demás nos lo han repetido con demasiada frecuencia: la poesía es confesión directa de los agobiados sentimientos, expresión literal de las esencias más ocultas del sujeto. Por ello todas sus afirmaciones se hacen rápidamente generales y se citan con la seguridad del que se sabe en un género donde no es posible la mentira”, escribía Luis García Montero, hace casi cuarenta años, a propósito de La otra sentimentalidad, aquel célebre manifiesto que suscribió con Javier Egea y con Álvaro Salvador.

Tampoco la muerte admite embustes. Es una frontera en la que, ya desaparecido el purgatorio en la doctrina de la Iglesia, no admite limbo ni tierra de nadie. Al final era esto. La muerte y la vida suponen, para el poeta, “un viaje infinito/en el que sigo todavía”.

Javier Sádaba nos enseñó hace mucho, bebiendo de los clásicos, que no debiera inquietarnos íntimamente la muerte, porque ella solo concierne a los muertos y los vivos seremos incapaces de percibirla en su dimensión exacta, la del vacío. Sin embargo, Carlos Fuentes le había brindado ya una excepción a la regla: “Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte que no nos mata a nosotros sino a los que amamos”. Nota aquí.



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