sábado, agosto 05, 2023

Ramón Lobo

 Ramón Lobo ya es leyenda

Este oficio del periodismo, siempre al borde de la ruina, necesita más mitos como él para seguir salvándose, y que podamos continuar soñando con ser el reportero que queríamos ser.

Ramón Lobo era un niño grande, y eso se traducía en su trabajo en una total seriedad, una curiosidad apasionada y un espíritu gamberro. También en que sus estados de ánimo más frecuentes eran regocijarse o refunfuñar, pero sobre todo el primero: al recordarlo viene una imagen de él siempre divertido, divirtiéndose, haciendo divertir. Por eso su recuerdo es un consuelo, ayuda a sobrellevar estos días dolorosos. La memoria de él es alegre, no puedes evitar una sonrisa. No tenía nada a la vista que revelara las cosas terribles que había visto en su oficio, salvo sentir el privilegio de estar vivo y disfrutar de la vida. Tampoco era pesado con sus batallitas, había que sacárselas. Si yo hubiera vivido la cuarta parte de sus aventuras la gente huiría de mí para no oírme. Pero él tenía sus rincones secretos, era celoso de sus amigos, de sus rituales, de sus talismanes, de sus gatos.

Ramón no solo hacía amigos, hacía cómplices, era un seductor. Notabas que le cogías cariño y que él te lo cogía a ti. Se entendía con cualquiera, con tal de que fuera inteligente, tenía muchos amigos que no pensaban como él y yo le he visto discutir en Twitter con un tipo, proponerle quedar en persona y tomarse unas copas discutiendo mucho mejor. Ahora bien, con los idiotas y los fanáticos no transigía. Tuvo siempre muy presente su vida y su muerte. Guardaba un nítido recuerdo de anécdotas desde su infancia, y cuando lo conocí ya te hablaba de su testamento. Por eso no perdía el tiempo, y al escribir tenía el don de la claridad y de las frases cortas. Había estado en tantos sitios, con gente tan distinta, en situaciones tan particulares, que había forjado lazos perennes con muchas personas y ha dejado una vasta familia de desamparados. En este último año decía que estaba preparado para todo, pero los que no estábamos preparados éramos los demás. Sabiendo que le quedaba poco tiempo, se dedicó a escribir, a hacer su último reportaje de guerra desde ese lugar donde ya estás completamente solo. Ha muerto contando lo que veía, hasta que cerró los ojos. Nota aquí.



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