viernes, septiembre 08, 2023

Arturo Pérez-Reverte

 “Me identifico más con el humilde Watson que con Sherlock Holmes, pero en realidad ¡yo soy Moriarty!”

El escritor presenta en los escenarios londinenses del detective su nueva novela ‘El problema final’, un juego literario con el inmortal personaje de Conan Doyle.

En el baqueteado y algo polvoriento Sherlock Holmes Museum, en el 221 B de Baker Street (una de las direcciones más legendarias del mundo), se exhiben cosas como el revólver de Watson y la medalla que ganó el doctor en la batalla de Maiwand, en la segunda guerra afgana; una estampa de Gordon de Jartum (sin duda un caso perdido), el dedo que le cortaron a Victor Hatherley en La aventura del pulgar del ingeniero, las orejas de Miss Mary Cushing de La caja de cartón o la cabeza del infernal perro de los Baskerville. Pero los fans de Holmes que se apretujaban este mediodía en las estancias que reproducen con extraordinaria minuciosidad la vivienda del célebre detective y su fiel ayudante —incluido el váter (no puede usarse, aunque estés muy necesitado o seas muy mitómano), junto al que puede verse una lechuza disecada (qué raros son los ingleses)— no podían ni imaginar que la verdadera aventura del día estaba en el pub de al lado.

Efectivamente, allí, en The volunteer, a dos puertas del 221 B de Baker Street, una de ellas la de un local de yoga y pilates, había recalado el escritor Arturo Pérez-Reverte, cuya nueva novela, El problema final (Alfaguara), es una personalísima vuelta de tuerca sobre el personaje inventado por Conan Doyle y su forma de investigar. En la historia de Pérez-Reverte, entretenidísima, un grupo de personas queda atrapado en los años 60 en un pequeño hotel en una isla griega imaginaria cerca de Corfú. Y cuando se produce un asesinato y se convierte en algo similar a la isla de los Diez negritos, se pone a investigarlo en plan Cluedo una de ellas, un veterano actor exalcohólico muy parecido a Basil Rathbone y que como este ha encarnado a Sherlock Holmes. El pastiche, narrado en primera persona por el actor, Hopalong Basil (!) —en el mundo Ormond—, está servido y la verdad es que, lleno de sabrosos guiños y referencias literarias y cinematográficas, funciona de lo lindo. Hay hasta una conexión nazi. Nota aquí.



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