martes, septiembre 19, 2023

Woody Allen

 “La infidelidad solo es buena en la ficción”

El cineasta presenta en Barcelona su última película ‘Golpe de suerte’ y actúa con su banda en el Festival de Jazz de la ciudad.

Woody Allen por partida doble en Barcelona: el cineasta ha presentado en la ciudad su nueva película, Golpe de suerte, asistiendo el domingo al preestreno en el cine Aribau, y hoy ofrece el primero de dos conciertos con su banda (el segundo mañana martes) como arranque del 55º Voll Damm Festival de Jazz de Barcelona en el Teatre Tívoli. Golpe de suerte es un filme sobre el azar en la vida, con parte de comedia romántica, de comedia negra y de thriller, y centrado en una infidelidad, la de la protagonista Fanny, casada con Jean, un hombre rico de fortuna turbia, que se encuentra por casualidad en la calle a un excompañero del instituto, Alain. La existencia bohemia de él la cautiva y empiezan una relación que desata una imprevista serie de situaciones hasta un final digno de la bola que se pasea por el borde de la red en Match point, filme con el que guarda relación Golpe de suerte. “La infidelidad solo es buena en la ficción, en la vida real no: siempre causa muchos problemas”, responde el cineasta al preguntarle sobre ese tema de la película. “En la literatura, en el teatro y en el cine, la infidelidad es uno de los grandes temas, de los más emocionantes e interesantes, pero en la realidad siempre es horrible y causa dolor”.

El cineasta, que ha dejado abierta la puerta a rodar otra película, que sería la 51ª, ha recibido a la prensa esta mañana en el hotel Me, en el que se aloja justo enfrente del Tívoli. Se ha mostrado amable y comunicativo, y encantado de volver a Barcelona, una ciudad por la que siente especial cariño (“una de las mejores ciudades del mundo”, a la que volverá “siempre que me quieran”). Aunque antes de comenzar las entrevistas se ha advertido que no contestaría preguntas sobre su vida personal o el Me Too. Vestido con pantalón de cintura alta y camisa, obviamente mayor a sus 87 años, pero con la misma expresión de perplejidad que tanto juego le dio en sus papeles de actor, ya fuera el confuso espermatozoide de Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo o el patoso ruso dostoyesvskiano de La última noche de Boris Grushenko, Woody Allen se ha pasado todo el rato con su célebre gorrita en la mano, apretándola con esos dedos que hubieran querido ser la reencarnación de las yemas de los de Warren Beatty. Nota aquí.



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