miércoles, enero 10, 2024

Paul Hobbs & Michel Rolland

 “El vino argentino no era bueno”: los expertos que revolucionaron la industria cuentan por qué apostaron por el país

El francés Michel Rolland y el californiano Paul Hobbs decidieron invertir cuando la industria estaba muy lejos de poder competir a nivel internacional.

Paul Hobbs y Michel Rolland tienen un par de cosas en común, además de ser dos de los más grandes consultores internacionales del mundo del vino. Llevan décadas viniendo año tras año a la Argentina a asesorar bodegas, e incluso han invertido en el país, creando dos de los proyectos enológicos más destacados de la región: Hobbs con Viña Cobos, Rolland con Clos de los Siete.

Son dos número uno que provienen de mundos distintos. Hobbs es parte del más sofisticado vino californiano, con una alta reputación en materia de Chardonnay y Cabernet Sauvignon. Rolland, por su parte, es un jugador relevante en la cuna del gran vino francés de Burdeos, amante del arte del blend y reconocido por dotar a sus vinos de una personalidad propia.

Sus caminos se cruzaron con la Argentina a fines de los 80. El californiano llegó a Mendoza invitado por Nicolás Catena Zapata, que por aquel entonces buscaba a alguien que aportara el know how para hacer Chardonnay y Cabernet de clase mundial. El francés, por su parte, desembarcó en Cafayate de la mano de Arnaldo Etchart, en plan de hacer grandes vinos en el norte.

Pero no fue amor a primera vista lo que selló su vínculo con el vino argentino. “Su reputación en Estados Unidos era muy mala, pero no sabía qué tan malos eran los vinos hasta que los probé”, recuerda Hobbs. Rolland tuvo una experiencia similar en la primera cata con Etchart: “La verdad es que el vino no era bueno”, recuerda.

En todo caso, lo que Hobbs y Rollad sí fueron capaces de ver fue el futuro del vino argentino, el potencial del terroir. De alguna forma, supieron que los altos puntajes y los grandes reconocimientos internacionales que hoy cosecha por parte de la crítica habrían de llegar. Fueron testigos privilegiados y fueron también parte de esa evolución, pero no solo como consultores fugaces (los “flying winemakers”), sino como cualquier productor argentino. Nota aquí.



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