martes, julio 09, 2024

José Larralde

 ENTREVISTA CON JOSÉ LARRALDE

Publicada en El Bosque nº 6, septiembre-diciembre 1993

Tras Atahualpa Yupanqui y Jorge Cafrune –los dos ya idos- Larralde es el mayor cultivador del folclore sureño argentino. Aunque él se califique tan solo de guitarrero y escribidor, la alta calidad de sus creaciones, su honda y majestuosa voz, la fuerza y el sentimiento de su guitarra y la conciencia cívica de que siempre ha dado muestra le otorgan un lugar máximo en la valoración de los amantes de esta vertiente de la cultura popular argentina.

Por esos inexplicables fenómenos del mundo de la edición discográfica, su casa de discos descatalogó su obra y hoy es muy difícil encontrar en España sus grabaciones, que van pasando de mano en mano entre los aficionados y los coleccionistas. En la Argentina su situación es también de casi total marginación, dada su postura refractaria a cualquier clase de componenda. Larralde, escamado con todo, no concede entrevistas. Esta la logramos demostrándole que lo conocíamos y lo queríamos. Fue el 26 de diciembre de 1988.

-Su apellido parece vasco. Hábleme de sus orígenes familiares.

-Mi padre era navarro y vino de España allá por el 18. Vino solito, a los catorce años. Empezó a trabajar en Avellaneda con Barceló, un caudillo que había aquí. Como tantos vascos, hacía de boyero, llevaba la leche de las estancias a los hospitales o donde le decían. Luego, por razones que desconozco, marchó al interior y, como tenía mucho conocimiento del campo adquirido en su niñez y también acá, pues Avellaneda era entonces medio campo, como todas las orillas de Buenos Aires, le pusieron de encargado. Allí, en la estancia San Lorenzo, conoció a mi madre que trabajaba de cocinera. Se casaron y allí nací yo, en un pueblo que se llama Huanguelén, al sur de la provincia de Buenos Aires, el 22 de octubre de 1937. Eso ya es, geográficamente, pampa. Mi madre es hija de árabes pero no le vayas a decir “turca” porque se enoja.

-¿Cómo recuerda su niñez?

-Me crié en un hogar pobre, no humilde. A veces se confunden las cosas: se dice humilde porque parece que pobre fuese una mala palabra. Me crié en un hogar pobre porque mi padre, después que se fue de esa estancia por razones particulares, puso una sociedad con un primo, también vasco, recién venido de España y parece que no le fue muy bien.

Entonces las sociedades se hacían de palabra, no hacían falta papeles. Pero no vamos a profundizar en eso, vamos a respetar a los muertos. Mi padre quedó en yanta, en la vía, y le comenzó a ir peor, peor… Tuvo que hacer de todo. Luego compró un carrito y compraba fierro viejo, huevos, cuero… y lo trataba de vender en el pueblo. Y así nos fue criando a mi hermano y a mí, en medio de una pobreza terrible pero común en aquella época. Nosotros igual éramos felices porque no sabíamos qué era la pobreza; yo me enteré qué era la pobreza cuando empecé a comer seguido, todos los días. Cuando uno vive de esta manera cree que la vida es así, además uno nace en un lugar y no se da cuenta de que el mundo no es ese lugar hasta que empieza a caminar.

-Sin embargo, la visión del mundo que reflejan sus canciones no es idílica…

-Por supuesto, el hombre es feliz hasta que empieza a conocer otra cosa y empieza a tener otras metas y ambiciones, cuando uno quiere llegar un poco más allá sin estar preparado, porque no ha sabido prepararse o, más frecuentemente, porque no le han dejado. El hombre siempre busca metas pero no sabe por dónde tiene que ir y tampoco conoce dónde está parado; sobre todo esto le pasa al hombre que no tiene cultura, mejor dicho, al que no tiene educación. Cultura tenemos todos. ¿No es cierto? Pero muchos estamos mal informados y peor educados.

-Usted es un cantor de difícil catalogación pero lo que es obvio es que no tiene nada de urbano. ¿Cuál ha sido su vinculación con la música y el mundo camperos?

-Yo no soy un folclorista, tampoco soy un cantor nacional ni un artista –artista es Miguel Ángel- ni cantor ni payador. Yo soy un guitarrero y un escribidor. Ni siquiera un escritor. Aunque escribo desde chico nunca llegué a pensar que podría ser un hombre conocido. Otras personas desahogan sus penas o alegrías con un vaso de vino, o se van a las carreras… Yo, por razones de trabajo, siempre viví muy en soledad, además, las estancias están aisladas hasta de esos pueblos en los que no hay más que boliches. Nota aquí.






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