domingo, agosto 18, 2024

Dinha

 "Estoy creando armas con mis poemas"

La poeta, educadora, editora independiente y militante feminista, que vive en una favela en el sur de San Pablo, publicó su libro De pasaje pero no de paseo en una edición bilingüe. Ella perdió a 15 hombres jóvenes de su familia, asesinados por la policía.

El asombro de la niña que fue es como pochoclo explotando en sus pupilas. Ese mohín al recordar su infancia, “sin un libro en el estante” de su casa, compagina el pasado y el presente de Dinha, seudónimo que adoptó esta poeta, educadora, editora independiente y militante feminista que nació en Milagres (nordeste de Brasil), pero desde muy pequeña se radicó con su numerosa familia (es la séptima hija de ocho hermanos y hermanas) en Vila Cristina, una favela de la zona sur de San Pablo. “Mi padre era analfabeto, pero contaba historias”, dice en uno de los poemas del libro De pasaje pero no de paseo, una edición bilingüe publicada por la editorial independiente argentina Mandacaru en coedición con el sello paulista Me parió Revolução y traducción de Lucía Tennina. “La literatura llegó a mí por la oralidad”, confirma la poeta, que se presentó el viernes en la librería Otras Orillas de Mansilla 2974.

Detrás de Dinha está Maria Nilda de Carvalho Mota, la niña que a los doce años empezó a escribir su diario, pero como quería proteger su intimidad de la mirada de sus padres se le ocurrió que la mejor manera de “guardar sus secretos” era creando metáforas y figuras lingüísticas. Entonces cambió el ropaje, sin darse cuenta, y pasó de la narración a la poesía. Al principio leía la literatura de Carlos Drummond de Andrade, João Cabral de Melo Neto y Fernando Pessoa. Cuando empezó a estudiar en la facultad, conoció las obras de Carolina Maria de Jesus y Conceição Evaristo. Pionera en la historia de la literatura marginal en Brasil, pronto descubrió la potencia del trabajo colectivo, especialmente a través del hip hop. 

La poeta, que estudió una licenciatura, una maestría, un doctorado y postdoctorado en la Universidad de San Pablo y se especializó en literatura africana, participa del grupo de editoras y escritoras que integran Me parió Revolução, un sello editorial con una identidad bien perfilada: Negro, Independiente y Feminista. “Idealizada y ejecutada por mujeres, el sello se propone editar libros ‘semiartesanales’, hermosos para llenar los ojos y el alma, pero sin vaciar los bolsillos”, plantean desde la página web.

“Mis poemas los escribo para mi comunidad, donde todo es compartido. La casa es de quien la habita, no de quien la construyó. Yo estoy creando armas con mis poemas, con la escritura. Pero no es solamente para mí; estoy creando literatura para que sea un arma para mi familia, mis vecinas y vecinos”, explica Dinha y advierte que muchos de sus vecinos no saben leer, como su padre. Su madre no es analfabeta, aclara, porque pagó una profesora particular para que le enseñara a leer y escribir. “En Brasil ya no es tan común no saber leer, por lo menos en mi generación. Pero hay muchas personas mayores que no pueden leer. Nosotras vamos a las escuelas de jóvenes y adultos para hacer lecturas y compartir nuestros libros”. El nosotras incluye a “sus compañeras de armas” en la lucha editorial: Adriana Santos, Aline Oliveira, Celinha Reis, Driely Gomes, Fabi Luz, Fefê PegadaPreta, Glaucia Dantas, Jaiane Batista, Lili Black, Lucía Tennina, Michelle dos Santos Lomba, Michelly Aragão, Rafaela Vasconcellos y Sandrinha Alberti.

La poeta, editora y militante feminista sigue viviendo en la favela Vila Cristina, en el barrio Parque Bristol. “En la infancia viví en la parte más precaria. Después, cuando de joven fui a la universidad y estudié, mi familia consiguió avanzar un poquito más y logró construir una casa en un lugar mucho mejor dentro de la favela”, cuenta esta educadora que trabajó con niñas y niños en situación de calle. ¿Estuvo Dinha en situación de calle? Suspira y responde un “casi”. Cuando su familia llegó a San Pablo, tenía unas vecinas, nenas como ella de cuatro y cinco años, que salían a pedir limosna. “Yo las acompañé durante dos o tres años, pero nunca llegamos a dormir en la calle”, revela con una sombra de pudor eclipsando su sonrisa. “Cuando mi mamá nos descubrió, nos prohibió salir y pronto nos mudamos a una zona mejor dentro de la favela”. Nota aquí.



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