lunes, septiembre 23, 2024

Luis García Montero

 Grito hacia Roma

Esta semana he tenido la suerte de viajar a Roma y de ser recibido por el Papa Francisco. Me recibió en calidad de director del Instituto Cervantes, hablamos de la importancia del idioma español, de su amistad con Borges y de Federico García Lorca. Jorge Mario Bergoglio fue entre 1964 y 1965 profesor de literatura en una escuela jesuita en Santa Fe. Allí se preocupó de que sus alumnos adolescentes no se aburriesen leyendo las aventuras medievales del Cid, historias contadas en un castellano hermoso, pero distante. Convenció a Borges, “un tipazo”, para que hiciese en su escuela un taller de cuentos. Y leyó poemas de Federico García Lorca. El romance de “La casada infiel” era tan picante que podía interesar a cualquier muchacho.

Atravesar los pasillos y los salones del Vaticano no deja de ser conmovedor para un alumno de los Padres Escolapios de Granada en los años 60. Más que los uniformes de la Guardia Suiza y las impresionantes obras de arte que se extienden por las paredes y los techos, me emocionaron otras cosas. Por ejemplo, gracias a la amabilidad del Rector de la Iglesia Nacional Española, recibí un saludo del Padre Francisco Mulet, el sacerdote que me enseñó en mi adolescencia a dudar de los sermones del franquismo y a pensar que los ricos tienen poco que hacer en el reino de los cielos. La conciencia de cada cual es el ojo de la aguja por el que pasan las verdades y las mentiras de este mundo. Ya puestos, yo le mandé un wasap a Javier Baeza, el cura de San Carlos Borromeo, diciéndole que iba a ver a su Jefe. Mi amigo Javier lleva muchos años pensando que maltratar a un migrante, dejarlo desamparado en las calles de Madrid o en las costas de Canarias, es un pecado grave. Nota aquí.



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