miércoles, septiembre 04, 2024

Rafa Mora

PUENTES

Al borde de los acantilados,
-en noches cerradas de mar-
se vislumbran puentes azules y luminosos.
La vida se cimenta con ellos,
ocupan un espacio y un tiempo limitado.
Y así sucede el mundo,
tejiéndose entre puentes.
Pasaderas que ayudan a cruzar por encima de abismos,
cuando, vacíos,
nos extraviamos del sendero.
Tránsitos hacia un instante preciso para que regresemos.
A un espacio donde no abandonarse.
A una luz vital.
A un recodo de tiempo.
De este modo,
cuando nosotros somos los puentes,
proporcionamos a los demás,
candiles de luciérnagas brillando entre la bruma,
faros rutilantes que evaporen la niebla;
y cuando los demás, son esos puentes,
se abren sus alas, como ángeles,
con la dádiva alegre de la esperanza,
con su salvaguarda para impedir que caigamos
en nuestros propios precipicios.
Y en esa dualidad,
-en el rumor templado que roza sus orillas-
caminamos extendiéndolos o cruzándolos,
viviéndolos o percibiéndolos.
En ocasiones,
nos lleva un poco más de tiempo recorrerlos o construirlos.
La mayoría suelen estar bien estructurados,
-nos encargamos de que así sea para facilitar su travesía-
A veces, permanecemos más tiempo en algunos,
porque son puentes bien erigidos, seguros, confortables;
tanto, que se asemejan a un hogar o a una emoción adormecida,
pero donde no puedes quedarte,
-porque los puentes,
y esto es lo importante, no se habitan-
Otras veces son fugaces, apresurados, efímeros.
En poco tiempo se franquean. Y regresamos, renacidos, al camino.
Y en algunas ocasiones, resultan dolorosos.
Porque hay puentes que se tienden simultáneamente.
Al mismo tiempo.
Puentes donde ambos son construidos y cruzados.
Donde la luz resplandece y
una primavera eterna ha encontrado su lugar.
Pero allí no pueden perpetuarse.
porque si lo hicieran,
la grieta del tiempo podría fracturarlos.
Al final, es esto la vida.
Un puente intermitente,
un faro de ternuras,
un milagro presagiado.
Somos puentes.
En la existencia de muchos,
en el paso de tantos.
Puentes somos.
Hilos invisibles
a los que aferrarse.
Velándonos, sin más,
unos a otros.



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