lunes, noviembre 11, 2024

Pedro Páramo

 ‘Pedro Páramo’: la corrección de una adaptación imposible

El director de fotografía Rodrigo Prieto debuta con esta versión de Netflix de una de las grandes obras de la literatura universal

Adaptar al cine Pedro Páramo, una de las grandes obras de la literatura universal y punta de lanza de la renovación de la narrativa latinoamericana, es una de esas empresas condenadas al fracaso. Nada nuevo: también es imposible trasladar a la pantalla Moby Dick, Ulises o el Quijote, aunque ahí estén los intentos de hacerlo, algunos de ellos con imborrables destellos.

De Pedro Páramo existen al menos dos versiones anteriores a esta, la de 1967, de Carlos Velo, en cuya escritura participó Carlos Fuentes, y, 10 años después, la de José Bolaños, con sus casi tres horas de duración. La principal dificultad siempre fue la misma: capturar en imágenes un tiempo circular en el que habitan las pobres ánimas del desierto de Juan Rulfo; hacer real un lugar imaginario, heredero a su manera del condado de Yoknapatawpha de Faulkner, en el que emerge un mundo de ultratumba cercano a lo fantástico que atrapa al lector en una tela de araña plagada de voces y fantasmas. Pedro Páramo es una novela sobre la orfandad y sobre la búsqueda del origen cuyo legendario arranque —”Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le dije que vendría a verlo en cuanto ella muriera”— abre la versión que ahora estrena Netflix mientras la cámara se sumerge en el fondo de la tierra y en sus raíces.

Dirigida por el mexicano Rodrigo Prieto —uno de los directores de fotografía más reconocidos de la industria actual, capaz de filmar en un mismo curso Barbie y Los asesinos de la luna—, esta adaptación está escrita por el español Mateo Gil, que llevaba tiempo acariciando la posibilidad de dirigirla él mismo. Prieto y Gil conforman un interesante tándem para una versión sorprendente en su escritura, mucho más atenta a la forma original de la obra que las dos anteriores adaptaciones. Con ese material, Prieto ilustra la compleja estructura de tiempo suspendido y voces mecidas por el viento de la novela, pero, por desgracia, ese cuidado se queda en la mera traducción, sin proponer un lugar propio, lo que acaba desbaratando la posibilidad de una lectura audiovisual de más calado. Solo siendo profundamente personal el director habría podido arrojar luz sobre una obra tan universal. Nota aquí.




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