Un demonio vasco
Se pone el asunto serio.
Las monjas de Belorado,
prestas para ir al juzgado,
y juran que han visto en Derio
disfrazado a Belcebú,
ampliando así el menú
de su reclamo fantasma,
víctimas de un ectoplasma,
inventando otro gurú.
El asunto se complica
con estas declaraciones
de extrañas apariciones
que el portavoz no se explica.
El eco se multiplica
en periódicos del mundo
y The New York Thames, rotundo
-publicidad gratuita,
mucho dulce, mucha guita-,
de cachondeo jocundo.
Invocan el catecismo
contra el demonio furtivo,
que se presenta, atrevido,
y se supera a sí mismo,
desafiando al exorcismo,
porque el maligno sí existe,
se rebela, se resiste
contra el obispo de Roma,
existe y no es una broma,
aunque sí parece un chiste.
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