“Mi adolescencia fue dura, pero más fácil que la de nuestros niños”
El violinista de origen armenio-libanés, que sufrió bombardeos durante su infancia, presenta nuevo espectáculo, ‘Intruso’, y se confiesa “perdido en este mundo sin alma”
Paren rotativas: el entrevistado, estrella de la música, cita a las seis de la tarde... en su casa. El hecho, habitual hasta hace unos años, resulta del todo extraordinario desde el indeterminado momento en que los publicistas decidieron concentrar la promoción de los artistas en maratones de entrevistas en hoteles impersonales y los periodistas aceptamos el juego. Pero esa es otra historia. El caso es que, al llegar, con retraso por el atasco que colapsa Madrid, el propio Malikian está esperando a la puerta de su domicilio, un chalé sin pretensiones en una de esas colonias urbanas donde se oye cantar a los pajaritos a tiro de piedra de la M-30, y es él quien pide disculpas por el calor y las horas. Charlamos en el patio, mientras en el salón, su hijo de 10 años, recién llegado del cole, aprovecha a conciencia el permiso para ver algo en la tele mientras papá atiende a la visita. Eso sí, en cuanto nos vamos, se le acabaron por hoy las pantallas.
Gracias por recibirme en casa. Antes era lo normal, ¿por qué cree que ya no?
Gracias a ti, por la molestia de venir hasta aquí. No lo sé. La verdad es que no suelo citar en casa, más que nada porque me dicen que es demasiado personal, pero a mí no me molesta, porque mi casa está abierta a todo el mundo. Hoy, además, estoy solo con el niño y no podía ir a ningún sitio. Así que mejor: aquí estoy a gusto y tranquilo.
¿La pandemia también nos ha hecho distintos?
Por supuesto. En mi caso, no sé si ha sido la pandemia, la edad, la madurez, pero he cambiado. Mi relación con los amigos, con el trabajo, con todo. Ya no tengo 25 años ni la ambición que tenía antes. Pasan tantas cosas, ha cambiado tanto todo que a veces me veo totalmente desubicado y desplazado en este mundo sin alma.
¿No le gustan estos tiempos?
Claro que me gusta el mundo. Conozco gente maravillosa. Pero no lo entiendo. No entiendo la injusticia, los genocidios, las guerras, por supuesto. Pero tampoco cómo funciona la cultura en esta época, por ejemplo.
¿Por ejemplo?
Yo, para ser violinista, he tenido que estudiar 20 años. Esa dedicación ha desaparecido, no existe. Hoy se hace uno famoso de un día para otro, ni siquiera hace falta una iniciación para ser músico, igual que hoy cualquiera escribe un libro. No sé si es bueno o malo, pero todo eso me desalienta y me desubica. Yo me siento afortunado, tengo cierta edad y cierta carrera, puedo sobrevivir tal como estoy. Pero me preocupa el futuro de mi hijo, me inquieta qué les estamos enseñando a los niños.
Bueno, usted tampoco tuvo una vida fácil. De niño, en Beirut, supo lo que son los bombardeos y se fue a Alemania a estudiar solo con una beca a los 14 años.
No, mi adolescencia fue dura, pero comparada con la vida de mi hijo y su entorno, creo que fue más fácil. He salido de una guerra, he tenido que sobrevivir solo desde los 14 años, no vi a mis padres durante cinco años, lo pasé mal, sí. Pero he tenido una vida como adolescente relativamente saludable. Ahora, con las pantallas, con la inteligencia artificial, con el porno al alcance de los niños, creo que es todo más difícil. Claro que he visto cosas, claro que tenía la tentación de ir a lo oscuro, pero tenía a la música, que siempre me guió. Creo que todo es más peligroso hoy, por desconocido.
¿Cuánto le atraía lo oscuro?
Muchísimo. Y crucé las líneas. Pero ahí está lo bueno. Hacía lo que quería y tuve que cruzar líneas para saber lo que no quería. Me pasaron muchas cosas, pero siempre he vuelto a mi carretera, que igual no ha sido la autovía principal, pero era mi vía: montañosa, secundaria, pero una vía sana, al fin y al cabo. Nota aquí.
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