“A veces, cuando terminaba El loco de la colina, no sabía dónde estaba mi casa”
Jesús Quintero cree en la libertad, en el amor, en la paz y en la cultura. Este Lord Byron con duende flamenco vino al mundo en San Juan del Puerto, Huelva, para alumbrar y sugerir cosas y para hacer feliz a la gente. Hijo de José y de María, evitó el destino de fresador o de obrero de la celulosa probando suerte en las tablas. Al terminar una función en el teatro Lope de Vega de Sevilla, se le acercó un hombre de la radio y, al notar que su voz llegaba a la última fila, le descubrió el camino de las ondas. Aprendió la técnica y el oficio en RNE, donde entró por oposiciones. No tardó en hacerse presentador, en conocer el éxito y la depresión. Un formato maravilloso y libertario, pero de nombre infame, llamado Para mayores sin reparo, fue rebautizado como El loco de la colina tras sonar, en directo, “The Fool on the Hill”, de The Beatles. El cambio de nombre le costó tres meses de suspensión. El programa salió adelante pese a las dificultades —cuando presentó el piloto, le dijeron que inducía al suicidio— y se convirtió en una criatura mitológica, fascinante, inimitable y sin publicidad: “En un momento dado —me cuenta—, me dijeron que no había más remedio que meter anuncios. ¿De qué?, les pregunté. De aspirinas, me dijeron. Pues a mí no me duele la cabeza. Y me fui”. Nota aquí.
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