Tomás y El Cid, exquisitez torera.
No hubo dramatismo, ni conmoción, ni arrebato. Hubo, eso sí, toreo caro, carísimo, desde que José Tomás se abrió de capa en su primero, al que recibió con siete verónicas de cartel, preñadas de hondura, gracia y profundidad. Quitó, después, por chicuelinas ceñidas, y comenzó la faena de muleta con unos estatuarios en el centro del anillo. Leer nota.
No hubo dramatismo, ni conmoción, ni arrebato. Hubo, eso sí, toreo caro, carísimo, desde que José Tomás se abrió de capa en su primero, al que recibió con siete verónicas de cartel, preñadas de hondura, gracia y profundidad. Quitó, después, por chicuelinas ceñidas, y comenzó la faena de muleta con unos estatuarios en el centro del anillo. Leer nota.
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