
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso
El barco se balancea agitado por el agua metálica, plata vieja arañada por la sudestada. En el barco varias almas. Y entre ellas un mujer que suspira y en su pecho caben todos los suspiros del mundo. A su lado viajo yo. Trato de dormir y, como el dinosaurio de Monterroso, al despertar la melancolía sigue allí. Es como si el río supiera de nuestra pena. Y se mueve como un animal que trata de huir del cepo que lo atrapa. Crónica completa aquí.
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