miércoles, septiembre 15, 2010

Ismael Serrano

Sudestada
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Augusto Monterroso

El barco se balancea agitado por el agua metálica, plata vieja arañada por la sudestada. En el barco varias almas. Y entre ellas un mujer que suspira y en su pecho caben todos los suspiros del mundo. A su lado viajo yo. Trato de dormir y, como el dinosaurio de Monterroso, al despertar la melancolía sigue allí. Es como si el río supiera de nuestra pena. Y se mueve como un animal que trata de huir del cepo que lo atrapa. Crónica completa aquí.

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