lunes, julio 10, 2017

Luis García Montero

El cocinero como héroe moderno

No es que me guste mucho comer bien, pero forman parte de mi vida las croquetas de la abuela Elisa, las natillas de mi madre y el gazpacho de mi mujer. También forman parte de mi memoria cuatro o cinco restaurantes en los que he pasado horas de amor y amistad. Por eso siento un poco de mala conciencia cuando me asalta un programa de cocina y me incomodo ante el televisor, o cuando oigo en la radio a algún chef hacer teoría artística de la tortilla desestructurada, las espumas del bosque o los sabores del mar.

Pienso que no estoy preparado. La verdad es que en las mesas donde soy feliz se habla poco de cocina. Basta con un comentario después del primer bocado, ¡qué bueno está!, un modo en el fondo de constatar que las tradiciones continúan, una manera de darle las gracias al cocinero o la cocinera de siempre. Nota aquí.


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