lunes, enero 16, 2023

Rodolfo Serrano

 Un recuerdo

No sé cómo decirlo. Pero eran
las horas más amadas. Cuando ella
dejaba por el cuarto
ese pesado aroma del pecado,
el espeso regusto de sudores,
ese tacto de piel caliente y húmeda,
y aquel fulgor de vida que brotaba
de cada poro suyo, en cada oscuro
rincón oculto y santo de su cuerpo.
¿Qué quiere que le diga? Esos momentos
me persiguen aún en estas noches
de insomnio y de tristeza.
Y ahora que la vida ya no es vida
y que mi carne apenas si responde
a la locura magnífica y gloriosa
de cualquier cuerpo joven, desearía
que la añoranza fuera -y ya es bastante-
mi último refugio ante el olvido.
Estos tiempos pasados. Los recuerdo.
La dulzura de su boca y la sonrisa
cada vez que pronunciaba
mi nombre como una burla amable,
como un juego de amor que solo ella,
o yo mismo, conocíamos.
Y, luego, la nostalgia ante su pérdida,
el enorme vacío que te deja
la gloria cuando sabes que ya nunca
volará jamás hasta tu pecho.
Por eso, aquí me tiene, amigo mío.
Sentado en este bar. No espero nada.
Pero a ciertas edades, la esperanza
es lo único que queda a los amantes,
aunque nunca sepan que perdieron,
su corazón por siempre en otro cuerpo.
(Y, ¿sabe usted?, aún guardo su recuerdo
en el fondo de un vaso como éste)
Foto de Raul Cancio.





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