viernes, agosto 08, 2025

Víctor Claudín

 Ana nos cuenta por Facebook.

UN HOMBRE DESNUDO
Conocí a Víctor Claudín en la presentación de "Contra el olvido (memorias)", el libro del que intento hacer una breve reseña. Fui a esa presentación por recomendación de Juan Cabrera y para conocer a Víctor y a Cristina Buhigas, una mujer que por lo que había leído y escuchado de ella, me parecía coherente, de convicciones firmes y, en la línea de Juan, insobornable. Pero, si he de ser sincera, lo que en realidad me movió a asistir fue encontrarme con Valentin Martin y con Teresa, a los que quero con toda el alma y que nunca podré agradecer lo suficiente que asistieran con la silla de ruedas y un enorme esfuerzo a la presentación de "El grito de Janis Joplin", el libro más importante de los doce que tengo publicados y de los que pueda publicar en mi vida. Algo que no puedo decir de otros muchos compañeros de letras, que si bien algunos compraron el libro para contribuir a la causa de la lucha contra el cáncer de mama triple negativo, cosa que agradezco de corazón, no me acompañaron en ese día tan especial para mí, a pesar de que llevaba semanas anunciando el evento y su finalidad benéfica. Prioridades. Siempre hay otras prioridades. Otros ni lo compraron ni asistieron. Porque si la sala Cromátika se llenó hasta la bandera, no fue por mis compañeros del mundillo literario, que sí, que estuvisteis unos cuantos que no voy a nombrar, vosotros y vosotras sabéis quiénes sois y lo importante que fue para mí vuestra presencia, pero si la sala se llenó, repito, fue por los innumerables amigos de mi hija y algunos míos ajenos a este mercado de los egos y las vanidades que, por lo que sea, me quieren. Hace cinco meses de este evento y hasta ahora no había dicho nada, pero mira por dónde, hoy voy y lo suelto. Luego me decís que por qué me he apartado del circuito, que si la poesía salva y no sé qué más. No salva la poesía, salvan las personas como mi Val y los amigos y amigas que me acompañasteis aquel día tan hermoso y tan triste a la vez.
Pero en fin, vamos al libro y al autor que nos ocupa.
Los motivos por los que alguien decide hacer un streptease literario de tal envergadura -quinientas y pico páginas- pueden ser muchos y variados pero me atrevo a decir que siempre tiene un efecto catártico, un efecto liberador, como si el hecho de poner negro sobre blanco la vida y mostrarla al público, fuera como soltar un lastre pesadísimo que quizá estaba entorpeciendo la andadura del presente. Algunos lo hemos hecho en formato de novela, enmascarando un poco la realidad, mezclándola con la ficción, cambiando nombres de lugares y de personas, incluso situando al o a la protagonista en escenas que ocurrieron pero que el autor no vivió en sus propias carnes.
En el caso de la obra de Víctor Claudín no ocurre nada de eso porque el libro rezuma verdad en cada línea, en cada palabra, en cada sílaba. Además de ser un testimonio prodigioso de la memoria del autor. No exagero si digo que por sus páginas desfilan cientos de personas con nombre y apellido que en algún momento formaron parte de la intensa vida de Víctor, desde su adolescencia, en la que ya apuntaba maneras en cuanto a su interés por la justicia social y por la cultura. Un interés sumamente precoz, pues estoy hablando de sus catorce años, algo impensable en un adolescente de ahora, pero tampoco frecuente en sus coetáneos. Es cierto que él viene de una familia represaliada que sufrió los horrores del franquismo en primera persona, lo que le impregnó de la ideología comunista y republicana desde bien joven y siempre fue fiel a ella.
Claudín nos sumerge en la noche madrileña y sus excesos, durante los años en los que fundó y dirigió la mítica sala ElÍGEME, templo de la música y la cultura más revolucionaria de Madrid, por la que pasaron los artistas más representativos de la época. Excesos en los que se zambulló a fondo -alcohol, cocaína, sexo- durante años, sin que por ello dejara de lado su actividad creativa y empresarial, lo que en mi opinión es un milagro de una mente privilegiada y muy bien estructurada. Y tengo para mí que todos esos excesos fueron caminos equivocados en un laberinto, buscando el amor de verdad y la estabilidad emocional que ansiaba con todas sus fuerzas y que finalmente encontró en Chus, su esposa actual.
Víctor nos cuenta con todo lujo de detalles sus éxitos y sus fracasos, sus ilusiones y sus decepciones, la montaña rusa de su vida, en la que tan pronto tocaba el cielo de la prosperidad económica como caía en el pozo y la angustia de la precariedad, altibajos que no ahorra al lector, aunque es bien sabido que la situación económica de cada cual, sobre todo cuando es mala, es más íntima y más privada que su vida sexual.
Tampoco idealiza Víctor Claudín las relaciones familiares, lo que es muy de agradecer en este mundillo de las redes en el que todo el mundo es asquerosamente feliz y tiene unos hijos magníficos, inteligentes, buenas personas y triunfadores. Claudín adora a su hijo, como nos pasa a casi todos, pero no lo idealiza. Habla de él con infinito cariño, pero con verdad, lo que le hace más humano y entrañable. Con el lógico miedo a que cometa los errores que cometió él mismo en su momento.
Resumiendo, "Contra el olvido" es un streptease minucioso hasta lo inverosímil, en el que no queda nada por decir ni deja margen alguno a la imaginación del lector. No he leído ninguna obra de ficción de Claudín, pues como dije al principio le conocí hace poco más de un mes. Con este libro he conocido al hombre, ahora espero conocer al escritor de ficción, al novelista.



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