Los caminos de la vida, de Nigeria a Nigeria.
Diego, el Diego, el diez. El de la mano de Dios, el de la gambeta interminable, pelusa. Sale del estadio Foxboro de Boston de la mano de Ingrid María, una enfermera regordeta de tez blanca y cachetes rosas que pretende una foto con el astro, entonces lo sale a buscar al campo de juego para llevarlo al control antidoping. A un golpe al corazón, a un desenlace con frase que queda, tácita, en el lenguaje argentino. "Me cortaron las piernas", dice, con ojos mojados que empañan televisores del mundo. Nota completa aquí.
Diego, el Diego, el diez. El de la mano de Dios, el de la gambeta interminable, pelusa. Sale del estadio Foxboro de Boston de la mano de Ingrid María, una enfermera regordeta de tez blanca y cachetes rosas que pretende una foto con el astro, entonces lo sale a buscar al campo de juego para llevarlo al control antidoping. A un golpe al corazón, a un desenlace con frase que queda, tácita, en el lenguaje argentino. "Me cortaron las piernas", dice, con ojos mojados que empañan televisores del mundo. Nota completa aquí.
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