Dulce y feroz
Cali, caribeña, negra y bulliciosa nos recibió con amabilidad y calor. Carteles anunciando los conciertos de los Van Van, de la Orquesta Aragón empapelaban las paredes. Y el concierto, íntimo y vibrante, nos dejó la sonrisa prendida en las caras.
Partimos a Medellín. Sabía de la efervescencia cultural de la ciudad antioqueña, cuna de cineastas, artistas plásticos, poetas y cantantes, sede de un renombrado Festival de Poesía, urbe en constante cambio. Bajamos ya de noche la carretera que nos lleva desde el aeropuerto y en una curva se revelan los cerros de la ciudad, pintados por una miríada de luciérnagas palpitantes. Crónica completa aquí.
Cali, caribeña, negra y bulliciosa nos recibió con amabilidad y calor. Carteles anunciando los conciertos de los Van Van, de la Orquesta Aragón empapelaban las paredes. Y el concierto, íntimo y vibrante, nos dejó la sonrisa prendida en las caras.
Partimos a Medellín. Sabía de la efervescencia cultural de la ciudad antioqueña, cuna de cineastas, artistas plásticos, poetas y cantantes, sede de un renombrado Festival de Poesía, urbe en constante cambio. Bajamos ya de noche la carretera que nos lleva desde el aeropuerto y en una curva se revelan los cerros de la ciudad, pintados por una miríada de luciérnagas palpitantes. Crónica completa aquí.
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