miércoles, septiembre 18, 2024

Rodolfo Serrano

 Una historia sin importancia

Me la encontré una noche.
Ya muy tarde.
Cuando solo quedaban cuatro sombras
en la oscuridad de los cafés.
Son ya tiempos lejanos.
En la calle
un ángel loco volaba entre la lluvia.
Yo buscaba una copa y ella un taxi
en un Madrid sin gente y sin amores.
Las ciudades nos guardan en su nombre
los nombres de mujeres que un día amamos
y esa extraña nostalgia de un instante
en el que la pasión es un relámpago,
un destello de luz en la tormenta.
No me dijo su nombre. El cigarrillo
era en sus manos ascua, fugaz brillo
de soledad y hastío.
En el asfalto
brillaban en los charcos de la lluvia
el deseo y la luz de los neones.
Ya no sé de qué hablamos. Ni siquiera
si los dos -ella o yo- justificamos
nuestra presencia allí
-o nuestra huida-
en aquel bar de buena o mala muerte,
la hora intempestiva, o el fracaso
que había reunido nuestros cuerpos.
Bebimos del olvido
por cuenta de la casa,
dejamos en la barra la tristeza,
la resaca de alcohol y soledades,
ilusiones perdidas de la noche,
las madrugadas húmedas del sueño.
“Hasta otra”, me dijo. Y yo: “Hasta luego”,
como si fuera el encuentro inesperado,
una vieja rutina cotidiana
de dos buenos amigos en la niebla.
No hubo otra vez,
ni tampoco el hasta luego.
Fuimos sombras. Una historia
de bar y soledad. Sin importancia.
Foto de Raul Cancio.



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