domingo, octubre 06, 2024

Joaquín Pérez Azaústre

 El presente es nuestro

Percibo un fin de ciclo cada vez que ensancho el horizonte. Es una sensación emocional, pero también física: tu propio cuerpo exclama que ya es otro el fulgor, otro el acecho, otra la melodía de las palabras y también su sentido. No hay victoria en ello, no hay triunfo: hay terminación, que es de lo que está hecha la vida, y también esperanza, que es lo que la echa a andar. Estos días he pensado en las épocas que terminan y en cómo las recordamos. Principalmente, porque es una tendencia natural pretender alojarse en lo mejor del pasado. Hay quien te sigue hablando como si estuviéramos en los primeros 2000, desde aquella lejana juventud alargada: cuando todavía lo teníamos todo por hacer, por escribir, por amar, por caernos y por reconstruirnos. Quizá porque lo que se extraña, cuando se enfoca así un recorrido, precisamente, es tener todavía 20 años. No añoras un tiempo, sino lo que podrías haber hecho desde ese justo instante, cuando tenías aún todas las puertas por abrir y cruzar, todos los anhelos, todos los cuerpos por descubrir y amar.

Pero más allá de la caricia confortable -porque se está mirando parcialmente- del ayer abolido, hay que preguntarse qué ha pasado, mientras, en este arco de tiempo. Tú qué has hecho. Con quién has empatado, y con quién has perdido heroicamente. La vida está cincelada con muy pocos triunfos, algunos muy humildes y privados, que nadie puede ver, aunque nos marcan; y también de derrotas que nos matan el ánimo, lo rompen, nos van talando lentamente el tronco, hasta cortarlo, para recomponernos de otra forma. Pretender habitar continuamente el pasado puede ser una tendencia natural en la literatura, una manera de contemplar la vida y de hospedarse en ella, sin tener que exigir demasiado al presente; sin embargo, cada vez que lo haces estás desatendiendo la sustancia que tienes entre manos, nuestra carga de tiempo y de aventura, nuestra oportunidad. Porque, como dice siempre con autoridad mi admirado y querido Miguel Rellán, nuestro tiempo es este. Nota aquí.



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