“Hay que luchar contra esa sensación general de que el mundo está jodido”
El músico presenta en el festival de Cannes ‘Bono: historias de surrender’, versión para la pantalla de su libro de memorias y de su posterior gira de presentación en teatros.
¿Qué queda por contar de Paul David Hewson (Dublín, 65 años), más conocido como Bono, el cantante —que no el líder, él insiste mucho en esto— de U2? Visto el documental Bono: historias de surrender, que se ha estrenado este viernes por la noche en Cannes, bastante. Aunque el filme, que Apple TV+ lanza el 30 de mayo en formato normal y en inmersivo, se basa en el libro de memorias del músico (Surrender: 40 canciones, una historia) y en la gira por teatros que le acompañó, queda la sensación de que Bono necesitaba este filme para dejar atrás miedos, contradicciones y pensamientos que han marcado su vida.
El documental arranca en una seudomesa de operaciones, en la que Bono recuerda, imitando a los médicos, cuando en diciembre de 2016 casi muere en Nueva York por un problema por una deformación congénita en su corazón. Se salvó por “una mezcla de ciencia y carnicería”. De ahí a la historia de U2, su conflictiva relación con su padre; la muerte de su madre cuando él tenía 14 años; sus dudas y reflexiones, y todo ello salpicado de himnos de su banda en el escenario del Beacon Theatre de Nueva York, aunque acabe en un teatro de Nápoles (por la pasión del padre de Bono por Luciano Pavarotti). En Cannes, Bono se levanta a saludar al periodista arrancando con una broma sobre Javier Bardem y alabanzas a Penélope Cruz, y jamás deja de mirar a los ojos, concentrado en las preguntas. Físicamente, está muy delgado; mentalmente, bulle. Para ser alguien que lleva encadenando promociones con prensa cuarenta años, aún parece disfrutar del proceso.
Pregunta. En la película, usted habla de fe y de religión, y de maneras separadas, constatando que pocas veces una tiene que ver con la otra. ¿En qué tiene fe usted?
Respuesta. Para arrancar, vas fuerte [risas]. Me apetece, porque en estos tiempos es complejo asomarnos a estos asuntos. Hay además esa cosa tan estadounidense de querer definir y encajar los conceptos, que no va conmigo. Me gusta pensar que tengo fe en la música, que la respeto, que me aproximo a ella de una manera respetuosa. ¿Y qué busco de la música? Pues lo mismo que del cine: que me transporte a otro lugar, como cuando iba a la iglesia y recibía un mensaje destinado a mí que llegaba en comunión con otros desconocidos. La música es la herramienta con la que mejor me transmito. Cuando compones, sabes que estás dando algo de ti. Para algunas cosas soy católico, para otras parezco protestante. Amo la ciencia, me interesa mucho, y a la vez creo en ir más allá, en las obras de caridad, en ayudar... Hay que luchar contra esa sensación general de que el mundo está jodido.
P. Cuando habla de su madre muerta en el entierro de su abuelo, cuando habla de sus problemas con su padre, parece disfrutar de cierta dicotomía: va de usted, y a la vez entiende que todas las familias sufren sus batallas.
R. Exacto. Cuando me casé, descubrí que no había una sola familia. Que podía construir la mía. Y que todas atravesaban problemas. Crecí en tiempos turbulentos, con enfrentamientos en las calles... Me pasaron cosas que vistas con el tiempo son terribles. En fin, efectivamente, nadie es único. Y puede que todas esas vivencias me hayan hecho un padre tan pegajoso [ríe]. Nota aquí.
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