domingo, noviembre 15, 2020

Ana Montojo

 MOMENTOS

Aquel silencio, amor, aquel silencio,
el que nos envolvió mirando al valle
en un atardecer del Alto Tajo
y que por no romperlo ni siquiera
decíamos te quiero.
Y ni nos dimos cuenta de que el frío
empezaba a atacarnos por la espalda.
Esas calles de piedra inverosímiles
bajo la luna llena, allí en Medinaceli,
donde apenas entraba nuestro abrazo,
escenario del beso que, guardado
durante treinta años, nos llenó de humedad
el tiempo y el espacio.
Y las noches sin luna de Sigüenza
en las que no cabían más estrellas
y nosotros buscábamos a Orión, a Casiopea,
a la Estrella Polar, a las dos Osas;
tumbados en el suelo huíamos del mundo
entre las luces de la Vía Láctea.
Me viene a la memoria una bola de fuego
que cegaba mis ojos
cuando se sumergía muy despacio
en el mar espectral de Cabo Home
en la hora más mágica; y yo solo quería
que todos los relojes se pararan.
Noviembre derramando sus colores
sin nombre en Wheaton Park,
el espejo del lago repetía los rojos,
los ocres, los naranjas y amarillos
y yo lloraba sin venir a cuento
por todos los dolores de mi historia.
Momentos que viví y ahora recuerdo
tras los cristales de mi habitación,
mientras fumo escuchando a Billie Holiday
y miro ensimismada la luz del bar de enfrente
como si fuera ahora y aún estuviera viva.



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